Hola amigos, lo prometido es deuda. El sábado 29 de marzo asistimos invitados a la final del concurso de Guitarra clásica que organiza Alhambra S.L. en el Palau de la Música de Valencia. El concurso prometía y cumplió con creces las expectativas. El evento, por su nivel de premios, atrae a concertistas del mundo entero, y con cierta decepción vimos como España, que es la cuna de la guitarra clásica, no estaba representada entre los 4 finalistas. Se lo comenté a Jaime Julià gerente de Alhambra que me dijo escuetamente: "Es que aquí la gente estudia poco, es una pena, pero es así: Los Españoles tendrán que ponerse las pilas si quieren llegar a la final". Bien, para quienes venimos del mundo de la eléctrica, parece bastante extraño ver salir a escena a una persona equipada con su guitarra y todo lo más un pequeño soporte para levantar el pié. No hay ni un solo micrófono, todo se oye tal como sale del instrumento, evidentemente la acústica de la sala se presta a ello, a la perfección, pero aún así, las manos del ejecutante, la calidad del instrumento, y la capacidad de transmitir del músico, es lo único con lo que cuenta para convencer al público y al exigente jurado: Todo un reto a tener en cuenta.
A la hora estipulada, el concurso empezó siguiendo un orden aleatorio, establecido por sorteo para evitar suspicacias y dudas sobre su imparcialidad. Cada concursante iba a tocar 30 minutos decidiendo el mismo los temas a interpretar. En las eliminatorias primeras hay temas de obligada ejecución, aquí en la final, ya cada uno va por libre y puede expresar lo mejor de si mismo eligiendo en que temas se siente más a gusto. El primero en salir fue un muchacho de nacionalidad China: Li Meng Yi. Tocó de manera impresionante, aunque cometió algunos fallos por nerviosismo, pues su técnica era realmente espectacular, así que no era falta de dedos, simplemente los nervios le estaban traicionando por momentos. Li se calmaba afinando entre tema y tema... Nos gustó mucho, aunque es evidente que su sonido era bastante pobre, no transmitía apenas sentimientos, más bien nos trasladaba su confusión y miedo escénico. La conclusión a la que llegamos es que era una máquina de hacer notas perfectamente engrasada pero con mucho aún por pulir y depurar en su estilo. La cosa quedó clara cuando supimos que solo tenía 14 años y dedicaba 12h al día a tocar su guitarra... Algo realmente impresionante. No quiero ni pensar de que será capaz ese muchacho cuando alcance cierta madurez, si sigue a ese paso será indudablemente un gran maestro. Acabar de finalista en un concurso de este nivel y con 14 años, es ya de por si, un tremendo logro que espero sepa asimilar. El segundo concursante, Isaac Bustos, era claramente hispano, concretamente Nicaragüense aunque residente en USA. Este concursante nos deleitó con una sonata del maestro Turina y con las Tres Piezas del maestro Rodrigo entre otras cosas. La ejecución era mucho más elaborada que la de Li, una buena técnica, un buen vibrato de dedos, y una evidente expresividad. Sin embargo faltaba algo... La guitarra sonaba bastante pobre opaca y con demasiados medios, poco cuerpo y escasa potencia... Es evidente que Isaac tenía muchas más tablas que su antecesor de 14 años, pero aún así, nos quedamos con ganas de más... Personalmente me pareció mejor ejecutante que Li, pero no estaba aún maduro para un primer premio. Tal vez los dedos, la guitarra o ambas cosas le traicionaron, pero aunque gustó, se percibía que no era eso lo que se esperaba de un ganador. Tras un descanso de media hora, salió a escena Esteban Espinoza de nacionalidad Chilena. Era el mayor de todos, tal vez rondando ya los 30 años y demostró ser un maestro del escenario con muchas tablas a las espaldas. Supo captar el interés del público con un dominio excelente de la presencia escénica, las afinaciones alternativas y variadas acrobacias. Nada más salir ejecutó parte de un tema con una cejilla (cosa poco habitual), en el segundo movimiento bajó el MI grave a RE, cosa frecuente, pero hizo algo muy poco frecuente: También bajó el Sol a un Fa#, en resumen: En las 4 cuerdas graves disponía de una afinación en RE Mayor abierto. La ejecución fue impecable, buena técnica y mucha expresión, pero demasiadas desafinaciones, o bien por la escasa estabilidad de su guitarra o por trastocar demasiado los clavijeros. Para concluir su actuación optó por ejecutar la Sonata Op. 47 de A. Ginastera. Eso si que fue un atrevimiento realmente espectacular. Tocar a Ginastera es peor que ir a un dentista sin anestesia: Los cambios de tempo, las acrobacias que hay que hacer tocando armónicos por todas partes, incluso en la porción de cuerdas que va de la cejuela a los clavijeros, sin olvidar golpes en diferentes partes de la guitarra en busca del sonido adecuado. Algo muy complicado, y más aún tras haber visto y oído hace un par de meses en directo la ejecución de un tema de Ginastera por una gran pianista clásica, con la que pude comentar todo el asunto luego de acabado el concierto. Después de eso, cuando veo que alguien va a interpretar a ese famoso compositor Argentino, puedo esperar cualquier cosa menos facilidad: Cada mano por libre y con un tempo diferente, es realmente muy difícil, complejo, y evidentemente arriesgado. Todos los presentes en nuestro grupo de espectadores opinaban que Esteban merecía ganar el concurso por su atrevimiento y sus acrobacias tocando, pero esa concesión excesiva a los golpes de efectos no me pareció acertada en un concurso de clásica, aunque me gustó mucho su trabajo, el exceso de re-afinaciones y acrobacias, no podían gustar del todo al jurado, y desgraciadamente así fue: Esteban quedó en un muy digno segundo lugar. Su guitarra de Luthier Chileno no convenció tampoco, era de palosanto como todas las de concierto, pero la tapa de abeto alemán en este caso, se comportó de manera excesivamente brillante, sacaba un sonido escaso en graves y una proyección que no llenaba la sala a pesar de sus expertos dedos. Es una pena pero la calidad del instrumento ayuda mucho en estos casos y ese detalle no había entrado en los cálculos de Esteban. Finalmente y ya para terminar salió a escena Irina Kulikova de 25 años. Irina es nativa de una ciudad perdida en los Urales, ha estudiando clásica en Salzburgo y vive en Holanda dando clases y recibiendo enseñanzas, ya que por muy bueno que uno sea con la clásica, ha de pasarse la vida aprendiendo. Irina nos sorprendió a todos por su ejecución contundente, llena de claridad, sin fallos, con una expresividad extraordinaria, y con una Guitarra que quitaba el hipo. En este caso se vio que no solo la ejecución está en las manos: Una buena guitarra como la de Irina que era diez veces mejor que la de los demás concursantes, dejó clara su presencia, y no poco... Irina expuso con rotundidad toda su depurada técnica (realmente espectacular), con una ejecución llena de matices y sentimientos y su guitarra hizo el resto. El sustain de ese instrumento era increíble, la claridad de sonido, su potencia de salida, y el canto redondo y cálido del palorosa de Brasil remataron un trabajo de indiscutible calidad y profesionalidad. Como anécdota curiosa Irina fue la única concursante que salió a escena con la guitarra en perfecta afinación y terminó su turno sin tocar ni una sola vez los clavijeros. Eso cuenta (y no poco) ante el jurado de un concurso tan serio como este. Otra curiosidad que deja perplejo a cualquiera son los armónicos que sacaba Irina con su guitarra; los demás concursantes tenían que hacer harmónicos, ya que la mayoría de piezas clásicas los incorporan, pero una cosa es oírlos de forma desordenada, con potencia muy dispar, y otra oír los harmónicos de Irina que sonaban con la precisión y claridad dictada por la partitura, es algo increíble en directo. Pero esta muchacha no sufrió para nada del miedo escénico: Se sentía como si estuviera sola tocando en su casa, sin miedo ni nervios, y remató el trabajo sin piedad, dejando clara su superioridad técnica y su expresividad, marcando quien era la vencedora por goleada de ese magnífico concurso. Aqui la vemos recibiendo el premio de manos de don Jaime Julià Gerente de Alhambra, acompañado del jurado. Aunque mis colegas no compartian mi opinión, ya lo dejé claro al acabar el turno de cada uno, mientras esperábamos al jurado. Me pasé esa media hora de angustia antes de saber el fallo hablando con Irina, que estaba totalmente tranquila y merecía ganar, aunque Esteban fuese un dignísimo rival. Pero salvo ella, los otros concursantes se quedaron cortos de sonido, y de claridad de ejecución. Todos estuvieron a la altura de una final de altos vuelos, pero hay que elegir, y la elección estaba clara, el concurso terminó con el fallo del jurado, y curiosamente acerté en el pronóstico de premios, que también curiosamente y por azares del destino, se otorgaron exactamente en el orden inverso a la aparición en el escenario. El primer concursante en salir tuvo el último premio, y así hasta llegar al final. Aprovechando esa media hora de espera, me llevé parte del buen sabor de la noche gozando de una distendida conversación (en Inglés) con Irina, aunque un amigo ruso me ayudó con ciertas dudas suyas o mías a la hora de perfilar algunos puntos de la conversación. Yo sentía que era la ganadora y quería saber algo más de ella`para poder redactar este artículo. Irina proviene de los Urales, siempre quiso ser concertista de Guitarra Clásica, aprendió en Saltzburgo, reside en Holanda, y por lo que se aprecia en el tono de su conversación, es una chica aún muy joven y con mucho tiempo y espacio por delante, pero se la ve ya muy curtida en conciertos. Es además encantadora y muy modesta, excelentes cualidades para una concertista. El caso es que lleva una guitarra de un poco conocido Luthier Australiano. Curioso pero cierto lo del origen de ese instrumento. Cuando le pregunté por el precio me dijo que para lo que era, le había costado muy barata: 5000€, estuve comentándole si era consciente de la importancia de las maderas que llevaba y el excelente resultado del palosanto de Brasil en el cuerpo con tapa de cedro, pero ella no sabía que eso influyera tanto en la proyección del sonido de su guitarra, así que al final Irina demostró ser la merecida reina de esta fiesta mientras un viejo friki (yo) le explicaba la bondad de su guitarra de cara a un concierto como el de esa noche. No sé si realmente se lo creyó, el caso es que no parecía en absoluto experta en maderas de guitarra, ella se limitaba a tocar y a decidir por el oído si un instrumento le gustaba o no, dejando en manos de los Luthiers la elección de los materiales. Lo que tenía muy claro es que sentía que esa era SU guitarra, la que amaba, la que siempre tocaba en ocasiones especiales porque era la que mejor le permitía expresarse, y cuanta razón tenía: Que maravilla de ejecución y que maravilla de instrumento. En resumen: Una velada memorable para cualquier amante de la guitarra. Una vez más aprovecho para expresar mi más sincero agradecimiento al amigo Jaime Juliá por haberme enviado esas entradas y por estas excelentes fotografías que desgraciadamente he tenido que reducir en definición y calidad para que cupiesen en el portal. |