Aunque jamás en la vida ha sido tan sencillo crear música y difundirla, no deja de ser paradójico que, actualmente, tanto la música en directo como la enlatada atraviesen lo que se considerada una grave crisis; Esa crisis va mucho más allá de los meros análisis simplistas que ofrece la prensa en general. A la pérdida de interés hacia lo "culto" por parte de la mayoría de oyentes actualmente mediatizados y convertidos en meros consumidores de los productos recomendados por emisoras de radio y TV, se ha unido el interesado proteccionismo de las entidades gestoras de derechos de autor que cierran filas para favorecer una vez más, e injustamente, a los más poderosos..
En el novedoso contexto del siglo XXI, supuestamente el más propenso a la expansión cultural, la realidad nos dice que prácticamente, solo se vende la música comercial de usar y tirar que se embute con calzador en los oídos de casi todo el mundo, mientras que, a la par, se ignora en radio y TV todo lo que no entra en la cadena de ventas de las grandes empresas discográficas. Ante ese panorama, es evidente que cada vez resulta más difícil difundir ideas y productos nuevos de calidad, ya que todo lo que se crea en ámbitos no estamentales o “outsiders” solo es visto y oído por reducidas minorías.
Es cuanto menos contradictorio que ocurra ese fenómeno en la época actual, ya que tal como decía al principio, resulta más sencillo que nunca crear y difundir música. También es verdad que cada día es más fácil llegar a infinidad de personas en cualquier continente gracias a la era Internet. Por consiguiente, los medios están ahí y funcionan: Hacer una maqueta en condiciones está al alcance de cualquiera, difundirla, también, PERO, falta lo más importante: Criterio individual de los potenciales clientes a la hora de elegir productos de calidad.
La existencia de ese sano criterio individual está cada vez más comprometida, y parece incluso en peligro de extinción. Muchos pensadores afirman que nuestra juventud (y muchos adultos) sumida en una pereza crónica, se ha olvidado de pensar y de aprender a elegir y valorar las cosas interesantes que el mundo le depara, ya que otros deciden por ella. Otros dicen que el exceso de información difundida por los canales convencionales (Radio y TV) e Internet, resulta altamente nociva, pues ante la avalancha de datos, pocos son capaces de discernir el trigo de la paja. Puede que tengan parte de razón, y una sección del problema se deba a esa saturación de datos no filtrados, pero precisamente creo que existe un exceso de filtrado que obedece a intereses económicos muy claros y concretos.
Actualmente resulta imposible que una cadena de radio difunda un disco sin antes percibir enormes sumas de dinero, que, por supuesto, ninguna pequeña discográfica es capaz de abonar. No hablemos ya de TV y de las cadenas supuestamente destinadas a difundir música... Hace años que el concepto de prensa libre difusora de cultura pasó al olvido: Hoy solo difunden lo que les pagan por difundir. Así que solo se oye y se ve lo que interesa a las grandes compañías. Además, la mayoría de la gente parte de un principio erróneo: Si algo se pone a diario en la radio e invade los canales musicales de TV, es porque es bueno. Craso error de cálculo: Simplemente se oye y se expande el producto creado con el único fin de ganar dinero, y en el cual la inversión creativa o artística brillan por su ausencia, pues han sido convenientemente eclipsadas por criterios meramente mercantiles.
Posteriormente, y ya en el colmo de la desfachatez, esas grandes distribuidoras se llenan la boca afirmando que capitanean la carrera contra los presuntos delincuentes que copian y distribuyen música pirata a través de redes P2P, pero no dicen lo que muchos sabemos: Que esas mismas compañías se dedican a vender con todo lujo de publicidad sistemas destinados a copiar y escuchar la mayoría de la música que se descarga ilegalmente: Es cuanto menos curioso que grandes empresas distribuidoras de música cine y juegos, sean quienes más soportes DVDs y Cds vírgenes venden, y quienes más aparatos reproductores de archivos MP3, AVI, etc.. sacan al mercado.
Esa aparente contradicción tiene una clara explicación: En esta sociedad globalizada, sea cual sea nuestra actitud como consumidores, siempre estaremos a merced de los mismos: Si compramos música enlatada legalmente, engrosaremos sus bolsillos, si descargamos su música (sin pagarla) para luego oírla en lectores mp3, se los compraremos a ellos, y si queremos oír algo en el coche (aunque sea una composición nuestra no registrada), también les compraremos los CDs vírgenes para grabarla, y además aunque solo grabemos una canción infantil de un sobrino, hijo o nieto, pagaremos religiosamente un canon a las entidades gestoras de derechos de autor.
En resumen: Sea cual sea nuestra actitud económica ante el mundo comercial de la música que se nos ofrece, tendremos que pagar a esa enorme industria, y tanto si compramos legalmente como si no, pagaremos también a las entidades gestoras de derechos de autor, bien sea directamente al adquirir un CD original, o mediante canon, al adquirir un soporte virgen. El caso es que no solo hacen que la mayoría compremos lo que ellos quieren vendernos, sino que nos cobran igual aunque no les compremos discos y oigamos lo que oigamos. Así que, por mucho que optemos por oír música no comercial y alternativa, a ellos, les da lo mismo: Sea cual sea el soporte que usemos, una parte importante de nuestro dinero irá siempre a parar a sus bolsillos. Luego lloran porque están en crisis... Crisis hay, desde luego, pero no por culpa de la piratería, y tampoco en el sector de las grandes empresas que tienen el bolsillo bien repleto: Una vez más esta supuesta crisis no es más que un simple reajuste del mercado para que esas grandes empresas, poniendo toda la carne en el asador, puedan fagocitar a las pequeñas que aún quedan, de manera a quedarse como siempre, dos o tres gigantes controlando lo que se vende para así repartirse el apetitoso pastel que representamos los consumidores de música. |