La historia de los cuatro jinetes es una de las más dramáticas de la historia del Rock. A mediados de los ’80, el músico galés Stephen “Haggis” Harris (ex Zodiac Mindwarp y bajista ocasional en The Cult) se colgó una guitarra y reunió una buena banda de Rock and Roll en la zona de Hollywood, California, para embarcarse una aventura de tintes sureños y Hard Rock clásicos. Tras un EP de debut, The Four Horsemen, con Dave Lizmi a la otra guitarra y el sensacional Frank C. Starr al micrófono, graban su primer larga duración con el hitmaker Rick Rubin tras los controles. El primer golpe de mala suerte llega con el auge del Grunge, un movimiento cultural y musical destinado a remover los cimientos de la industria de manera drástica. Cual meteorito destructor, las hordas de alternativas de Seattle asolan el panorama rockero, obligando a grandes y pequeños dinosaurios del Rock a renovarse o morir. Bajo este desolador panorama, ‘Nobody Said it was Easy’ se edita en 1991 bajo el sello Def American, con dos años de retraso (disputas legales con Rubin, Starr encarcelado por asuntos de drogas…). El potente LP alcanza cotas de venta más que decentes gracias al hit “Rockin’ is ma Business”. Lejos de aprovechar el tirón, la banda se enzarza en disputas internas que acaban con la expulsión de Haggis y el proyecto en Stand-by. En 1994, y tras una reconciliación (aunque sin Haggis), la banda se dispone a grabar su segundo trabajo. El 27 de septiembre de ese mismo año, el percusionista Ken Montgomery fallecía de sobredosis. Un año más tarde, la estela de banda maldita se instala definitivamente sobre la banda con otra terrible tragedia: Frank Starr sufría un accidente (al ser embestido por un camión mientras circulaba en motocicleta por Sunset Strip) y quedaba sumido en coma. Esperando su recuperación, The Four Horsemen editarían su segundo LP, ‘Gettin Pretty Good… At Barely Gettin’ By’ (1996), aunque Starr fallecía en 1999, y la historia de la banda concluiría definitivamente. ‘Nobody Said it was Easy’ queda para la posteridad como un disco esencial de Rock guitarrero con sabor Vintage, un “must-have” para todo amante de las seis cuerdas. Echemos un vistazo en detalle al disco…
“Nobody Said it was Easy” abre el plástico a modo de trallazo. Es imposible no mover la cabeza al ritmo de los primeros compases. La actitud que Starr destila al cantar será una constante en todo el disco, un viaje en el tiempo (licks, producción, temática… Todo es genuinamente 70’s) que augura buenos pasajes de Rock al más puro estilo AC/DC mezclado con Lynyrd Skynyrd. “Rockin’ is ma Business” es el típico tema de Hard Rock que puedes escuchar sin cansarte decenas de veces, una tras otra, empapado de energía. El riff principal sienta las bases del tema, de clara estructura bluesera. La batería martillea sin piedad y la voz de Starr se rompe con estilo genuino. Su frase “And if it’s so good, why am I still fuckin’ broke?” se omitió en la versión single, por supuesto… “Tired Wings” tiene ese aire Groove tan clásico en los medios tiempos rockeros, muy conseguido. El estribillo no defrauda, el slide se dosifica con sabiduría y a estas alturas empezamos a tomar conciencia, con una amplia sonrisa, de que nos hallamos ante un discazo. “Can’t Stop Rockin’”, con su sencilla estructura de Rock and Roll, nos devuelve a décadas pasadas sin movernos del sillón. Un tema movidito, guitarrero y lleno de energía (“My name is Frankie, let’s fuck up the place”). Con “Wanted Man”, es fácil sentirse rodeado de polvorientos cactus y mascando tabaco con cara de duro. En un esfuerzo por aportar una estructura diferente, el tema desgrana un Boogie-Rock digno de ZZ Top, fresco a la vez que añejo. “Let it Rock” no aporta nada nuevo, ni falta que hace: Star se desgañita, sigue la fiesta rockera, el tema funciona y un buen solo con sabor a Les Paul anticipa una subida de velocidad que lo hace culminar dejándonos con ganas de seguir escuchando más. “Hot Head” es tal vez el punto flojo del disco, una canción mal colocada, que, siendo buena, ganaría más enteros rodeada de cortes menos duros. Para “Moonshine”, Starr canta a través de un filtro que simula una emisora policial. Cuidado al conducir escuchando esta canción, ¡las sirenas te harán mirar por los retrovisores en busca de un coche patrulla persiguiéndote! Otro temazo lleno de energía que nos mantiene en vilo, el momento perfecto para pisar el freno y disfrutar de “Homesick Blues”, un tema de raíces sureñas y armonías Country, aunque las riendas rítmicas siguen a cargo de una guitarra saturada. “75 Again” es toda una declaración de principios, un guiño a los ’70, con Starr en pleno apogeo y un riff fantástico. El solo con Wha Wha aporta un matiz de color en el momento oportuno. “Lookin’ for Trouble” parece un descarte de los hermanos Young, un trallazo lleno de actitud que cierra el disco de manera contundente. Cuando me hice con el disco en 1991, apenas empezaba a atisbar las posibilidades que la guitarra podía ofrecer. ‘Nobody Said it was Easy’ se convirtió en mi disco de cabecera, devorado hasta la saciedad día tras día con mi primera Les Paul entre las manos. Os animo a descubrir el optimista Hard Rock de The Four Horsemen con un disco que no defraudará a ningún amante de las seis cuerdas. Freebird |