Al principio, en mi humilde experiencia, todo parecia un mundo. Toda obra musical que perdure en el tiempo, aunque sea por el placer de disfrutarla uno mismo, ya quizás debería tener la consideración de arte. En el caso de la música, quizás todo es más etéreo, intangible, ondas que pululan en el aire, y nos emocionan o nos embelesan, o simplemente nos causan malestar.
Mi primera experiencia en la creación de una pieza musical fue algo muy sencillo, un simple arpegio con la guitarra española. Por aquel entonces no tenía ni siquiera una guitarra eléctrica, y mis estudios no me dejaban pensar con claridad en cuanto a lo definitivo , y especialmente gratificante, que podía ser el universo de la creación musical en mi vida.
Para empezar, digamos que no hace falta ser un virtuoso con el instrumento para poder llegar a componer una canción. Podríamos enumerar cientos de artistas consagrados que no tienen estudios musicales, que no saben leer ni transcribir música, y que no van más allá de componer o tocar de oído con su instrumento. El afán de creación del ser humano es algo intrínseco a su naturaleza, y por más que nos resulte obvio puede llegar a consagrarlo como por arte de magia, ya que hay personas que tienen una facilidad innata para crear, y, por ende, considerarlos artistas.
Con poco que sepamos, (en mi caso hablo de la guitarra , que es mi primer instrumento) podemos llegar a conseguir grandes resultados. Cualquier canción puede tener una estructura bastante simple. La música no es ni más ni menos que repetición, y podemos poner miles de ejemplos de temas que nacen de un simple ruido o aliteración.
Cuando me pongo a tocar, me olvido de todo lo que me rodea. Trato de centrarme en dejarme llevar, en buscar algún rastro de inspiración en una nota, en un arpegio, en una melodía que de pronto surge de una progresión de acordes, y poco a poco voy memorizando las repeticiones de las estructuras que más me convencen. Durante mucho tiempo he pensado que las mejores composiciones son las que a los pocos días cuando intentas volver a tocarla, te acuerdas instantáneamente, sin embargo, con el tiempo, mi opinión ha cambiado bastante. Hay momentos irrepetibles, en los que una persona puede llegar a crear melodías que si no es capaz de retenerlas firedignamente, a buen seguro se olvidarán a los pocos días, y se perderán. El primer consejo, por tanto, sería tratar de instrumentar esa pieza musical, llamémosle acordes, o simplemente trozo de tema, en papel o en una grabación, que al fin y al cabo es lo que hará que esa inspiración perdure y no se pierda con el tiempo. Gracias a la tecnología, hoy en día es bastante fácil recrear esos momentos con una simple grabadora, ya que la esencia de la melodía es lo que te hace recordarla fácilmente, y apenas la vuelvas a escuchar serás capaz de volver a recrearla. Si por contra eres capaz de plasmarla en un papel, todo será mucho más fácil. No hablamos de escribir música, hay otras cuantas formas de escribir esas estructuras, bien en tablaturas o usando herramientas informáticas.
Mi punto de partida es por tanto esa melodía, ese trozo de música que me llena y me motiva como para memorizarlo, y para intentar desarrollarlo.
Del punto de partida, de ese trozo de tema que se repite una y otra vez, a veces es bastante difícil salir, buscarle una continuación. Todo depende de lo que quieras compicarte la vida en la estructura de tu canción. Como mínimo, y para que tenga una cohesión yo soy de los que creo que debe tener una melodía principal y una que actúe de estribillo. Pero en la música, como en la vida, no hay reglas fijas ni universales.
Además todo depende también de qué tipo de música quieras tocar, qué estilo te llene más. Y tu sentido del gusto no va a coincidir con el resto del universo de oyentes y creadores. Pocos somos capaces de ponernos de acuerdo a la hora de acertar en calificar a una música como buena o mala, porque nada es tan bueno ni tan malo.
Cuando ya por fin eres capaz de estar lo suficientemente satisfecho de los primeros resultados, ya eres capaz de memorizar tu canción, lo que va a ser la estructura musical en sí, pasamos a la segunda etapa de la composición, y quizás la más difícil, la ornamentación de la música.
Y es que desde el principìo de los tiempos, da igual si escuchas a Judas Priest o al mismísimo Beethoven, todos se adornan para evitar la monotonía. la diversidad hace las formas y termina por decantar la balanza hacia uno u otro lado.
Siempre encontrarás el precursor de la música simple, el que te hable de que no es tan difícil, pero en verdad cualquier éxito musical lleva tras de sí un gran trabajo. Lo que en principio parece simple a veces no lo es, y lo que en ocasiones resulta complicado puede resultar más fácil de lo que parece.
Todos tenemos un estilo a la hora de componer, y lo vamos desarrollando a medida que le perdemos el miedo a nuestro arte, y todo el mundo es capaz de ser artista, a poco que lo intente.
En mi caso, yo siempre empiezo por crear una melodía principal, y trato de desarrollarla. Que suene natural la progresión. No me preocupa si mantengo el mismo tiempo, o soy capaz de variarlo, introducir paradas, o radicalmente variar el rumbo de una melodía siempre que me viene en gana. Quizás mi humilde cultura musical me marca, cada vez que intento crear una canción, para olvidarme de complejos ni de vanidades, y buscar mi verdadera dimensión, por más que pese al que lo escuche.
Yo he sido bastante autodidacta en mi aprendizaje. La guitarra , como cualquier instrumento , guarda muchos secretos, pero están todos al alcance de tu mano, en un mar de trastes y cuerdas, nada más sencillo. Por más que lo intente, muchas veces me escucho y me parezco aburrido, pero eso no debe importarte si quieres prosperar. Tu ahínco y tesón deben prevalecer. A poco que aprendas los acordes principales, que no son tantos, seas capaz de moverte con un par de escalas ( las pentatónicas mayores y menores), y empieces a manejarte con tu mano derecha, usando una púa o tocando con los dedos, serás capaz de empezar a obtener resultados.
Dada mi poca versatilidad, hablo de técnica con el instrumento, me baso en mis composiciones tratando de aderezarlas con mi propia voz. Este es un recurso que también supone una gran esfuerzo, y sobre todo se trata de tener oído, no cualquiera es capaz de cantar, aunque tampoco cualquier persona que tenga una gran voz ha de tener forzosamente un gran oído, son virtudes que se dan por separado en un gran número de ocasiones. Tener un buen oído ayuda enormemente.
Cuando te pones a meter voces a una canción, de pronto se abre un nuevo mundo de posibilidades ante ti. Hablamos de infinitas posibilidades a la hora de entonar una melodía vocal. Puedes optar por seguir la melodía de la guitarra o, por contra, tratar de buscar una melodia totalmente opuesta que empaste 100% con la melodía de la guitarra aunque no tengan nada que ver. He sido testigo de grandes temas que de pronto se han interpretado con otra melodía vocal y la misma música y de pronto parecen otra canción.
Una buena melodía vocal puede hacer que tu canción gane enteros, y de un ritmo a priori soso y aburrido, puedes sacar grandes resultados. Aunque también puede ocurrir que un ritmo que te ha dejado emocionado porque te parece de gran calidad, no te termina de inspirar para meterle una letra, y cuando lo consigues no aciertas a estar plenamente convencido con los resultados. Aquí entra mucho en juego la capacidad de trabajar con el lenguaje, escribir letras, en inglés o en español, y hacer que rimas y melodías se fusionen en una sola, para que tu composición resulte agradable.
El ojo crítico de cada uno es único, cada persona tiene una opinión propia, y lo que a ti te parece una gran composición puede que al resto le parezca algo muy visto y poco original.
La realidad es que cuando por fin te defines, y eres capaz de escribir unas pocas líneas ( mi consejo es que no borres nunca nada de lo que escribas). A lo mejor no eres un gran poeta, pero la melodía que adorna también puede ser un punteo, u otra base musical con otro instrumento. De pronto surge ante ti tu propia canción, y no puedes sino estar superorgulloso de que has sido capaz de crear una pieza musical por ti mismo, y no te importa lo que los demás piensen de tu música, o sí...
Cuando uno escribe una canción se reproducen un buen número de emociones, y cuando nos atrevemos a compartirlas con otros afloran nuevas sensaciones cuando el resto acepta como buenas o malas nuestras composiciones. Muchas veces nos encontramos grandes detractores de una u otra música, pero al fin y al cabo lo que importa es que nuestra música ya puede perdurar en el tiempo, y por ende nuestra esencia tambien perdura eternamente en cada canción que componemos.