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Vale, de acuerdo, lo admito. La cosa va de clásicos esta semana. Pero es que la dedicatoria del amigo Freebird me ha traído a la mente un disco de éstos que te marcan para siempre. El lamento de una Stratocaster en la manos de un barbilampiño Knopfler, el flanger de su hermano David, que perdura en el acompañamiento de "Down to the Waterline", una voz rompiendo esquemas, el mismísimo Bob Dylan haciendo la ola a tal muestra universal de sentimientos y poderío de manos de unos chavales, (Knopfler sería reclamado por él en la grabación de Slow Train Coming) .
Cuando grabaron este disco, allá por el año 1978, nada más y nada menos, no pudieron hacerlo en peor lugar ni momento. Grabado previamente de una maqueta que la propia banda materializó de su bolsillo, este disco se encuentra, para el que les escribe, entre los anales de la historia del Rock, por su sobriedad, su calidad compositiva, y una calidez que se palpa en el ambiente. La guitarra de Mark Knopfler marcaba el principio de un estilo propio, sin complejos ni vanidades, pura sustancia.
Tengamos en cuenta que en plena eclosión del fenómeno Punk, Knopfler y compañía se atrevían a lanzar su debut en el más puro estilo del rock a la antigua usanza. Aunque en un principio pasó desapercibido, tras editar su single : Sultans of Swing, todo eso quedó atrás y un nuevo camino de éxitos se abrió para la banda.
A priori el fan de Dire Straits no suele acudir a este disco para conocer el fenómeno Knopfler. Dire Straits dio el do de pecho ya en los 80, con grandes actuaciones en la gira de Brothers in Arms, quizás el album que terminó poniendo el listón demasiado alto. Cuando hoy en día, y por millonésima vez, escucho este primer disco de Dire straits, la emoción me invade. Si entonces , además, me atrevo a videar algo de ellos por aquella época, a un Mark Knopfler hecho un chiquillo, prácticamente escuálido, me parece estar asistiendo a una verdadera epopeya del Rock, la leyenda del éxito , de la nada a la gloria. Cómo un escocés, profesor de literatura inglesa conoce a Pick Withers, con quien funda ya una banda, en el 77 se les une John Illsley, ese bajista larguirucho que todos los fans recordamos. Gente humilde, con las ideas muy claras y un concepto musical que desbordaría las listas de éxitos de todo el mundo.
Para seguir con mis humildes apreciaciones, mis más intrínsecos momentos de admiración cuando yo era un chaval de pocos años, de pronto descubrí a Dire Straits y la música se convirtió en algo indispensable en mi vida. Desde entonces siempre han sido una referencia, y mi admiración ha crecido con los años. No he podido evitar sentir una envidia sana, y cuando tuve oportunidad de asistir al concierto que dieron el 24 de mayo de 1992 en Marbella fue todo un sueño hecho realidad, quizás el mejor concierto de mi vida, en la gira de Calling Elvis.
Este disco pasa muy pronto, es de esas joyas que nunca se marchitan en tu mente, que cada vez que la reescuchas encuentras algo nuevo. Empieza con ese lamento de Stratocaster, por aquellos años ese delay, sobre todo esa ténica de puntear con los dedos, rompió los esquemas de un monton de guitarristas. Las técnicas del banjo están presentes en el estilo de Knopfler. Pero su estilo lo marca esa voz atemporal, quién diría que era tan joven. Down to the Waterline es para mí una de las mejores entradas de un disco de rock de la historia de la música. Cuando se incorpora la batería ya no puedes dejarlo, de pronto el medio tiempo se convierte en un rock que deja paso a una representación estelar, el bajo apoya con fragor la batalla de la guitarra, todos al unísono se debaten sin pena ni gloria. Esto es música, señores. La melodía se acompaña de unas letras versadas , a gran altura literaria, esto es marcar un comienzo apoteósico en toda regla.
Para continuar la expresión nos presentan Water of Love. En esta ocasión Knopfler usa el dobro que tan buen resultados le produjo. El bajo demuestra una gran presencia, y Pick Withers a la batería, rezuman garbo y sincronía, muy estilosos e inconfundibles. Los coros reberveran en nuestro interior, el lamento del dobro de Knopfler, y esa voz que ya empieza a convertirse en un hito. Este disco ganó mucho con la remasterización del 2.000, aunque ya en su momento se apreciaba la universalidad de su música.
Aderezos del country, la técnica de banjo, el rasgueo de sus dedos, y de pronto rompe la batería con Setting me Up, otro gran clásico de Dire Straits . La dejadez del estilo vocal de Mark Knopfler es muy clara. Me he encontrado muchos casos en mi vida de gente que no aceptaron en su momento a Dire Straits, pero con los años le han cogido el gustillo. Supongo que es como el buen whisky que se vuelve añejo con el tiempo. El charles de Withers marca el ritmo de esta canción, Illsley apelmaza el bajo sin muchas contemplaciones, y poco a poco van definiendo el estilo. Gran elegancia de Knopfler, usando slides, dobros, eléctricas, y un final de canción que deja a todo el mundo anonadado.
Y es que este disco está plagados de bombazos. Con Six Blade Knife, el bajo vuelve a estar más presente que nunca. Withers acompaña hiriendo la mente de los mejores bateristas de jazz de la historia, nada pretencioso. Dire Straits vacila al personal, y el que lo pone en duda termina cayendo a sus pies. La estructura de la canción nos enseña a un Knopfler con una gran estilo compositivo. Su calidad como letrista, unida al sentimiento de su pobre pero personal voz, ya son todo un clásico hoy en día. La guitarra la toca suave, no hace falta hacer mucho ruido, mejor un toque cálido, que penetra más en tu interior, su toque omnipotente ya es un llanto de humildad, algo que perdura por siempre al que lo eschucha. Pruébalo, si no lo has hecho ya. Te envidio en tal caso.
Y para seguir con la epopeya lírica y musical, entramos de lleno en la mitad del disco con Southbound Again. Esta entrada la recuerdo por haberla intentado con mi Strato cientos de veces. Ese toque singular, esa estructura rítmica, sin armar estruendo, y de pronto se hace un hueco para el solo . Los arreglos son de otra galaxia. Una banda fuera de todo margen temporal, esa magia difícilmente se repetería en ningun disco posterior. Era un toque genuino.
Y si nos preguntamos por qué Dire Straits dieron un vuelco a la música en plena epopeya del Punk, no nos queda más remedio que seguir con Sultans of Swing. Ese himno de la guitarra de Knopfler se ha convertido en un mito , una leyenda dentro de los grandes momentos de la música. Recordamos la versión de su disco en directo Alchemy. El solo se prolonga durante varios minutos y Knopfler se muestra insuperable, sin duda soberbio. Mi oportunidad personal del concierto que vi en el 92 me dejó petrificado, yo tenía 18 años, y mi recuerdo perdurará para siempre. No en vano, Knopfler se regocija en su agonía de voz, y parece querer emular a Dylan, quejumbroso. Ese lamento nos traspasa el alma. El single formaba parte del álbum Dire Straits y comenzó a venderse en octubre de 1978 tardando en entrar en las listas de éxito. El disco se convirtió también en un importante éxito vendiéndose cerca de 2 millones de copias del álbum solo en Estados Unidos. Es con toda probabilidad una de las canciones que más veces grabaron, y el emblema, no sólo de un grupo, sino de toda una época. Dire Straits es un grupo de directo y Sultans of Swing era una canción que siempre marcaba un momento estelar del espectáculo.
In the Gallery deja hueco para que Knopfler demuestre su garra cantando , recordándonos al mismísimo Joe Cocker. El solo de la canción es tremendo , el bending y el toque de dedos es casi mágico, un toque etéreo que nos traspasa, nos sumerge en su propio universo musical. Grandes influencias del jazz, el swing, el country, el rock, fusión de géneros en músicos de baretos. El lamento de la Strato Roja de Knopfler llega a un punto en parece que te habla al oído, muy bajito, no quiere hacer ruido, solo cantarte con un sonido celestial, para irse atenuando hasta desaparecer ...
Wild West End, una balada aterciopelada, las típicas escalas de Knopfler, el dobro que raja crujiente. Un síncope , parada de maestros , una risa del genio, y vuelta al "...Walking in the Wild West End". El rasgueo de la strato nos persigue , y sin darnos cuenta estamos en la última canción.
Lions comienza con un tira y afloja de Knopfler, entra bajito, como siempre no quiere armar mucho ruido, pero cuando Wither se arma a la batería nos dan una muestra de clase , ritmo y estilo. Las vivencias de Knopfler pintadas contra un mural de una galería de arte ( nada más tenemos que echar un vistazo a la portada), coffee shops y bandas de jazz, enmarcadas en unos arreglos impecables de su guitarra.
En aquellos años , los productores no supieron de entrada muy bien qué hacer con su música. Acudieron al público inglés, que les dio un poco de lado, a pesar de hacer gira con Talking Heads. Sin embargo en Holanda la radio pronto descubrió su potencial, encumbraron a Knopfler a la altura de JJ Cale o Ry Cooder, convirtiendo Sultans of Swing en todo un "hit". Seguidamente fue a Alemania, donde causo verdadero furor entre el público , convirtiéndose en uno de los discos más vendidos de la historia del país. Phonogram lo llevó a Australia, donde tambié fue todo un éxito, y de allí a los Etados Unidos, donde firmaron con Warner Brothers, quienes le dieron una oportunidad de lanzar ese disco, pero les incoaron a grabar un disco " en condiciones".
30 años depués no tenemos que preocuparnos por su nivel de ventas, somos capaces de apreciar su calidad y su sonido, y podemos rememorar el sueño hecho realidad de una banda de adolescentes que supieron encumbrar el fenómeno del rock en tiempos difíciles para esta música. Toda una lección para los oídos.
Última actualización el Martes, 30 de Diciembre de 2008 20:14
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