|
 El retorno de los Jefes
Como estaba cantado, después de la exitosa gira del disco Ghost Reveries, los suecos se encerraron en el estudio para grabar su noveno disco…y efectivamente no ha decepcionado. Lo primero que llama la atención, es su portada, creada de nuevo por el genial artista Travis Smith, y en su sencillez se refleja su maestría…de una obra tan simple, tan austera, se eleva a la majestuosidad. El disco comienza con un corte acústico llamado “Coil”, muy clásico de opeth, con la única diferencia de que en este corte colabora una muchacha a la voz que lo hace realmente bien. En este tema las dos voces repiten el mismo tema vocal, empezando primero Mikael y finalizando la muchacha esta (que desconozco quien es), siendo estas voces acompañadas de una guitarra acústica y un fondo de instrumentos de viento clásicos, dando una atmósfera bastante melancólica, para dar paso al segundo corte, titulado “Heir Apparent” comenzando con unas guitarras algo desconcertantes acompañadas por un piano bastante triste, digno de película de terror, para dar paso a la esperada voz de ultratumba de Mikael. En esta nueva producción, han experimentado con diferentes tratamientos para la voz, y eso se nota en cada corte. El tema se desarrolla muy a lo opeth (vocablo ya estandarizado) intercalando varios breaks que demuestran que la marcha del antiguo batería, ha sido bien reemplazada, especulándose acerca de sus cualidades, pero en este disco ha sido claramente demostrado. En este segundo comenzaremos a notar las descaradas influencias que han calado bien a fondo en la mentalidad del genio creador Mikael Akerfeldt, con unas guitarras muy mimadas en cuanto a atmósferas, y arreglos, por supuesto todo ello con el buen gusto que les caracteriza. A partir del minuto 6 del tema, la canción va llegando a su punto álgido con un cruce de riffs asesinos, con una pegaba brutal bien compaginada con la portentosa voz, para dar por finalizado el tema en un apoteósico redespegue de intensidad, finalizando con unos molestos acoples.
El tercer corte, se titula “The Lotus Eater” y en el nos encontramos con un Mikael tarareando una melodía que culmina en unos blast beats de baterías demoledores y unas guitarras cortantes como solo saben hacer ellos, acompañados por supuesto del inseparable Hammond y Mellotron de Per Wiberg (genio y figura de este grupazo). El ritmo se alterna con diferentes cambios de tempo y golpes, al ritmo y la sintonía de la característica y cristalina voz de Mikael cantando un “die” como si la muerte fuera una alegría. El tema se desarrolla con la potencia que nos tienen acostumbrados, quizás entrando en terrenos muy sicodélicos, con riffs y punteos desquiciantes. Por supuesto en un tema de 8 minutos no puede faltar el momento de relax, con el quejido de la stratocaster de Mikael culminando en un momento casi discotequero, con unas secuencias de tapping, hammond y ritmos bailables en la batería (no es coña). El tema a partir del minuto 7 empieza a resolverse y a cerrarse gracias a unos susurros, que culminan en el cuarto corte para mi gusto el mejor corte del tema, llamado “Burden”, un manifiesto, un alegato al rock primitivo, al rock sicodélico, al rock progresivo de los 70, un homenaje a todas esas bandas que poco a poco mueren de pena en las estanterías de discos. “Burden” comienza con un triste piano, que nos va introduciendo al tema principal de la canción, acompañado por el insuperable Mellotron. En este tema la principal atención se la llevan Per Wiberg (teclista) y las guitarras de Mikael Akerfeldt y Fredik Akesson. El tema se desarrolla con varios cruces de guitarra que se quejan, que lloran, notándose claramente que el mojo corre por sus venas…para culminar a mitad del tema en una explosión sonora de Hammond, que merece ser mencionada y escuchada hasta la saciedad, un solo magistral, ejecutado a la perfección, una autentica locura de Hammond, para finalizar en un majestuoso y sublime estribillo. En general el tema es sencillo, una sencilla base y un buen desarrollo. Finaliza el tema con un lamento de guitarras con alma de blues para dar paso a un pasaje acústico de arpegios que centra nuestra atención en su ejecución, para dejarnos, como siempre desconcentrados, todo ello debido a la ocurrencia malvada de ir desafinando poco a poco las cuerdas y crear esa angustia que nos traslada al siguiente corte. “Porcelain Heart” del cual ya hay un videoclip que muestra a la perfección el sentimiento de la canción. El tema comienza con un riff tétrico, acompañado de la aplastante batería a un medio tiempo, dejando paso al pasaje acústico y melodía principal del tema, que se ira repitiendo a lo largo de la canción. Cabe destacar el cambio brusco de ritmo al inicio de la canción, muy a lo Rush, para culminar de nuevo en el pasaje acústico principal. Podemos decir que el tema es una constante montaña rusa de emociones, pasando desde la angustia, a la melancolía, a la locura, a la tristeza…Vuelvo a insistir en lo magnifico del videoclip, que muestra a la perfección la atmósfera de la canción, sobre todo cuando a mitad de la canción, los lamentos se funden con las imágenes de las doncellas sufriendo, parándose bruscamente todo indicio de bestialidad, para dejar fluir el golpe y el murmullo de una fender y una acústica con un Mikael pletórico cantando como si de un trovador se tratara…dejando fluir el conjunto de viento madera que le sirve al tema como refuerzo, y le dota de esa melancolía tan característica. El penúltimo tema “Hessian Peel” es una oda al equilibrio entre instrumentos y el buen gusto, donde destaca el magnifico trabajo del conjunto de vientos maderas, por que el resto de instrumentos doy por supuesto que esta magnifico. Diferentes cambios de ritmo, breaks, y grooves que harán las delicias de todo amante de lo progresivo (no confundir con Dream Theatre). En un tema de 11 minutos como este puede pasar cualquier cosa, muestra de ello es a la mitad de la canción, en donde la paz que habíamos obtenido gracias a los majestuosos ramalazos de piano clásico que nos demuestra Per Wiberg se ve bruscamente rota por la brutalidad de la batería y los riffs aplastantes. Y como si de una tormenta se tratara, cuando quedan 3 minutos para terminar la canción, nos vuelven a demostrar como si no pasara nada, que en realidad son dos bandas en una, y que el hacer metal, no esta reñido con tener buen gusto. El tema finaliza con una cascada de notas desafinadas, fuera de tono y un desconcertante sintetizador que da paso al ultimo tema “Hex Omega” que promete muy potente, muy opethiano y se queda en eso…una promesa. Muy tranquilo, muy atmosférico y con mucho feeling, donde de nuevo se demuestra la maestría del maestro de los teclados. Terminando la canción con lo que promete ser el cierre de los conciertos (que en las ultimas giras ha sido “A Fair Judgement” del disco Deliverance) ya que tiene ese toque de despedida majestuosa. Como balance de este disco, podemos decir que es una autentica obra maestra, siguen siendo Opeth, tienen la misma esencia, aunque hayan cambiado de formación, y de influencias, ahora mas claramente tirando hacia el rock progresivo de los 70. el disco en si es una reivindicación y una bofetada en la cara a aquellos que siguen pensando que el metal sigue siendo para cavernícolas, este disco es perfectamente escuchable por todo tipo de publico, incluso para aquellos que reniegan de las voces guturales (que en el disco son mas bien pocas) La producción de este disco es inmejorable, sonido orgánico, con dinámica, con pegada, y sobre todo limpio. El tratamiento de los solos ha sido espectacular, se nota la técnica pero sobre todo el buen gusto a la hora de elegir los sonidos. Para mi gusto lo mejor de este disco es el tratamiento de los teclados que suenan añejos, y sobre todo el sonido de la batería, que para mi gusto, esta equilibrada y bien colocada. Y por supuesto el art work, Travis Smith se porta como siempre. Un disco muy recomendado para todos, incluso para los no doctos en grupos del estilo. |
Contenidos 
