Hace siete años que el conocido luthier Juan Brieva trabaja para Madrid Musical. En este tiempo, ha sabido granjearse el respeto y el afecto de quienes han tenido el placer de trabajar junto a él. Su amor incondicional por la guitarra y su pasión por su trabajo son garantía de buen hacer. Este autodidacta utiliza sus propias técnicas a la hora de realizar todo tipo de restauraciones y reparaciones. Curioso por naturaleza, Juan cree que existe una explicación científica para todo. ¿Por qué suceden las cosas? ¿Por qué una guitarra suena bien o suena mal? Este experto en Vintage posee amplios conocimientos sobre datación de instrumentos y ha sido consultado en infinidad de ocasiones por coleccionistas. Mientras espero para hablar con él en la tienda (ubicada en la calle Málaga del madrileño barrio de Chamberí), Juan se entretiene examinando las tripas de una Gibson Les Paul Custom de edad indeterminada, anterior a 1975. Misión: datar el instrumento. Los potes son la clave en esta ocasión. Juan está en el equipo All-Star de los luthiers de España, de eso no hay duda: por sus expertas manos pasan las guitarras de muchas figuras de la música. No os perdáis esta entrevista, concedida en exclusiva para el portal de Guitarramanía.
1 - ¿Cómo fue tu aproximación al mundo de la guitarra? Con 15 / 16 años empecé a volverme loco por la guitarra, concretamente gracias a AC/DC y a Angus Young, que era mi ídolo por aquel entonces. Tras ponerme a trabajar durante todo un verano pude al fin comprarme mi primera guitarra, que era una castaña pero que me hizo el hombre más feliz del mundo. Lógicamente, me embarqué en historias con grupos hasta los 27 años más o menos. Lo de luthier vino de forma natural, sin quererlo ni pensarlo. Yo siempre enredaba con todo lo que llegaba a mis manos, el típico niño trasto que desmonta los juguetes y destripa todos sus cacharros. Empecé a intuir cómo funcionaban las guitarras y todas las que pasaban por mis manos acababan sufriendo alguna modificación. En 1991 me trasladé a la costa este de EE.UU. y pude comprar un buen manual sobre reparación de guitarras. Hoy en día, gracias a Internet, toda la información está a tu alcance: puedes comprar libros, vídeos, herramientas, etc. En aquélla época no sabía ni cómo ni dónde conseguir un buen libro sobre el tema. Tuve la suerte de encontrar el ejemplar que buscaba en Nueva York. Cogí bastante práctica por aquellas tierras (y bastante GAS, todo sea dicho), practicando todas las técnicas con mis guitarras. No había pensado en dedicarme a esto ni mucho menos. El paso definitivo se produjo de forma extraña: yo trabajaba en un despacho de abogados, y a raíz de un accidente de tráfico que sufrí, me replanteé la vida. Puse en mi currículum que arreglaba guitarras. En un principio quise entrar en alguna tienda como dependiente, pero no había ni un puesto vacante. Sin embargo, como luthier si que encontré trabajo. Me preguntaron si sabía barnizar guitarras y dije que sí. Te informo de que barnizar es el trabajo que ningún luthier quiere hacer, es lo más ingrato que hay, un proceso muy largo. La mayoría de los que trabajamos en Madrid ya no lo hacemos. Sin embargo acepté y pronto empecé lacando guitarras, reparando palas, repintando, etc. Por aquel entonces me tenía que llevar el trabajo a casa y tenía toda una habitación de mi pisito llena de guitarras en proceso de reparación, imagínate la pelotera con mi novia de aquel entonces (risas). Lo cierto es que me acabó dejando, por supuesto, pero es que en un año barnicé alrededor de 25 guitarras, me tiraba todo el día con la muñeca arriba y abajo. Durante esa época trabajé como freelance, ofreciendo mis servicios a las tiendas. Finalmente me surgió la posibilidad de dedicarme a ello full-time y lo cogí con ganas. 2 – Cada luthier tiene su “toque”, sus manías y sus teorías. ¿Cómo te describes? Si, hay gente que incide mucho en determinados aspectos técnicos o mecánicos del instrumento (trastes, electrónica…). Se podría decir que tengo afición a trabajar trastes, es un trabajo que me sigue gustando pese a haberlo hecho miles de veces. Y aunque lo he dejado de hacer por salvaguardar mi salud (tanto mental como física), echo de menos un buen barnizado de vez en cuando: antes realmente disfrutaba con ello. Es un trabajo manual, artesanal, pura constancia y concentración. Ahora estoy trabajando el mástil de una Gibson antigua y realmente disfruto, es de aquellos arreglos que me absorben totalmente, entro como en trance. Es inviable, está muy mal pagado y acaba con los nervios de cualquiera, son demasiadas horas... Tengo mucha libertad de decisión y a veces, por amor a la guitarra y de forma muy excepcional, acepto algún encargo. Cuando hablamos de guitarras antiguas, me gusta sentirme parte de la vida del instrumento: tal vez dentro de 30 años alguien verá la reparación que yo haya hecho, y diga “vaya, este tío lo hizo bien”, y eso me llena de orgullo. Evito, en la medida de lo posible, los métodos invasivos y procuro que ante una reparación que vaya a dejar alguna cicatriz, el cliente se lo piense muy bien. 3 – De alguna forma dejas tu huella… No, para nada. Se trata de no dejar huellas. Te diré que como pegamento utilizo cola de pescado, que es muy lioso a la hora de manejarlo. Se usa en caliente y por cuestión de temperatura deja muy pocos segundos de margen para actuar. Está totalmente en desuso ya entre los luthiers modernos, es lo que usaba Stradivarius. Es una cola animal hecha de pasta de huesos y deshechos orgánicos, que ya se empleaba en el antiguo Egipto en el mobiliario de madera. Sé que dentro de cien años, esa guitarra podrá ser reparada otra vez, y el luthier del próximo siglo no se acordará de mí ni pensará “este desalmado usó Epoxy o Super-Glue”. Cuando cojo una buena guitarra, me gusta saber que va a perdurar, que nos va a sobrevivir, por así decirlo, en el mejor estado posible. 4 - ¿Te aplicas de la misma manera en todos los instrumentos? ¿Pones el mismo celo en una guitarra Vintage que en una guitarra de gama baja? Si, sobre todo a la hora de tocar trastes: es el mismo trabajo independientemente de qué guitarra se trate. Eso si, a la hora de afrontar modificaciones costosas o absurdas, si la guitarra no lo vale, a veces procuro disuadir al cliente. Y es que a veces sale más barato comprar otra guitarra, aunque el cliente manda. Utilizo cola de pescado para todas las guitarras, ya sean Epiphone nuevas ó Gibson antiguas, más que nada porque a mí me toca volver a reparar la misma guitarra en caso de fractura, y prefiero facilitar las cosas. En el taller tengo Aralite pero no lo uso, la cola de pescado lo pega todo, incluso metales. He hablado con muchos compañeros de profesión y por lo general, está mucho más extendido el uso de las colas amarillas (lo que usan Martin y Gibson de fábrica). Ya te digo, no lo usa nadie, su manejo es muy complicado. 5 - ¿Y cómo se te ocurrió volver a usar esta cola, casi olvidada? Podríamos decir que es parte de tu toque personal. Si, podría ser, ahora que lo dices, mi sello a la hora de trabajar encolados. Soy muy curioso por naturaleza y cuando aprendí de su existencia, tuve que apañármelas para dominar su utilización. 6 – Me consta que entre tus clientes hallamos músicos muy conocidos… Bueno, es parte de trabajar en Madrid Musical. Tengo una buena relación con los hermanos De Castro de Barón Rojo. Cuando me toca arreglar la Flying de Armando y las guitarras de Carlos, no puedo dejar de sentirme honrado de trabajar para ellos, de manejar instrumentos legendarios, instrumentos que si no se pierden, acabarán en un museo algún día. Pero si, hay otros clientes conocidos… En el mundo del Rock tenemos a Jorge Salán, Fran de Mägo de Oz, Manolo Arias y José Carlos Molina de Ñu, Paco Laguna de Obús, Pedro Vela, Ariel Rot, Andrés Calamaro… Y en Jazz tenemos a Chacón, Reyes o Sandoval. Me haría gracia echarle el guante a la Stratocaster de Rosendo, mira por dónde 7 - ¿Cómo ves el futuro de la profesión? En algún momento, toda guitarra tendrá que pasar por las manos de un “experto”. Es una profesión necesaria, aunque respeto profundamente a los guitarristas que prefieren el DIY (do it yourself) y se apañan en casa a la hora de hacer ajustes, tiene mérito. En el mundo de la luthería eléctrica, toda la información es buena, y te aseguro que hay mucha por ahí. No vamos ni con oscurantismos ni con pretensiones. En la antigüedad, un luthier se cubría con una sábana a la hora de trabajar para salvaguardar su fondo de comercio, su “know-how”, el secreto profesional del que vivía su familia. Los luthiers de ahora no somos así, hay un sentir bastante generalizado acerca de compartir los descubrimientos y las nuevas técnicas, que fluya la información. Repito, no tenemos ningún inconveniente en que la gente aprenda a cambiarse unas pastillas o a ajustar un alma. La información está ahí afuera, disponible para todo el mundo, y eso es sano. Para algunas tareas, como nivelar trastes, necesitas un “hardware” muy aparatoso, mucho espacio y un taller en condiciones, cosa que no está al alcance de todo el mundo, además de unos conocimientos muy bien cimentados. Por eso digo que en la inmensa mayoría de los casos, una buena guitarra acabará pasando por las manos de un luthier, por lo que no es bueno que haya miedo ó fobia al luthier. Es como con un médico: les tenemos miedo pero tarde o temprano acabamos bajo su bisturí. Y aunque no recurres al médico para tomarte una aspirina, te lo pensarás a la hora de intentar amputarte el apéndice. 8 – También hay gente que podría considerar caras las tarifas, o excesivos los plazos de entrega. A ver, es como con un electricista: no lo llamas para cambiar un enchufe, pero si vas a cambiar un cuadro de plomos, aunque sepas hacerlo en teoría, ¿no preferirías dejárselo a un profesional? Y a la inversa, tenemos a los guitarristas que tienen miedo de meterle mano a su guitarra, muchos vienen por un simple cambio de cuerdas, y los luthiers vivimos básicamente de ello, del ajuste básico. Te puedo decir que ninguno de nosotros tiene un sueldazo, amamos lo que hacemos y sabemos que no estamos aquí para hacernos ricos, es importante que la gente lo sepa, las tarifas están ajustadas en la mayoría de los casos. En cuanto a los plazos de entrega, bueno, no los inventamos. Yo trabajo 70 horas a la semana, no puedo más 9 - ¿Cómo evolucionas profesionalmente? ¿Has tocado techo?
Me queda mucho por aprender, de eso estoy seguro. Siempre procuro investigar nuevas técnicas, nuevos materiales y estar al tanto de todo lo que se cuece en el gremio. Se trata de rentabilizar el tiempo y obtener resultados óptimos, y no me canso de intentar perfeccionar todo lo que hago. He ido evolucionando a lo largo de los años, evidentemente. Por ejemplo, el nivelado de trastes que antiguamente me ocupaba alrededor de cuatro horas, lo hago en una hora y media y a la primera suelo dejar la guitarra en estado de revista, es raro que falle y tenga que rectificar. Es una técnica que me interesa y un aspecto de la profesión en el que me gusta incidir, tal vez mi trabajo favorito. Me gusta mucho disertar sobre el traste, es un mundo. 11 - ¿Cómo sería un ajuste perfecto para ti? ¿Qué puntos de revisión fundamentales ves en una guitarra? Como puntos vitales, me gusta mucho mencionar la cejuela. Esa gran olvidada, y tan, tan importante. Es una de las piezas clave del instrumento, junto con los trastes. El que no está en esto no se da cuenta de la importancia que tiene. No sólo al nivel de la comodidad y el tacto, sino para la estabilidad de la afinación. El problema de la afinación viene marcado por el estado de la cejuela, y por mucho que uno cambie de clavijeros nunca solucionará el problema si la cejuela no está en buen estado. La gente se sorprende de los presupuestos a la hora de hacer una cejuela nueva, pero es que, aún disponiendo de los mejores recursos, sigo tardando casi dos horas para realizar una en hueso. Es un trabajo muy meticuloso, cansa la vista, a veces marea. Una buena cejuela es una obra de arte, aunque muchos guitarristas la obvien a la hora de un ajuste. Cejuela y trastes, sin duda mi elección principal a la hora de valorar un buen ajuste. 12 - ¿Y la electrónica? Soy de la opinión de que la madera es lo importante: una Fender sonará a Fender y una Gibson a Gibson. La electrónica es un poco la sal y la pimienta. Lo que no puedes hacer es cambiar el sabor de un plato a base de especias. La base del plato, en este caso el tono de la guitarra, viene dado por su madera, y en ese sentido una buena guitarra otorga mucho margen a la hora de pensar en modificaciones posteriores. Siempre puedes hacer pruebas, poner, cambiar, romper, arreglar, todo tiene arreglo con la electrónica. Incluso hay lugar para la experimentación: he instalado todo tipo de dispositivos, desde pastillas de todas las clases hasta piezos, pasando por push-pulls, Kill-Switches, etc. Todo vale a la hora de dedicarle un poco de amor a tu guitarra. 13 – También reparas amplificadores. Efectivamente, aunque es otro mundo. A nivel de electrónica, lo que hay que saber para juguetear con una guitarra es como sumar y restar comparado con lo que hace falta saber a la hora de abordar las tripas de la amplificación. Es otro universo. 14 - ¿Qué guitarras, de las que hayan pasado por tus manos, recuerdas especialmente? Pues bastantes, la verdad. Tuve en mis manos dos Les Paul del ’59, aunque no les “metí mano”, una de ellas era repintada, por lo que recuerdo. He reparado 335’s de los sesenta, una Gibson 175 con PAF’s de verdad del año 1960, un poco de todo. He tenido la oportunidad de trabajar con instrumentos maravillosos, como Stratocasters serie L. Adoro trabajar material Vintage, es un GAS perpetuo. Tengo trato con coleccionistas y suelen consultarme a la hora de autentificar acabados o datarlas, por ejemplo. Por ello estoy más familiarizado con Gibson y Fender que con otras marcas. 15 - ¿Cuántas guitarras tienes? Uy, yo tuve mucho GAS, llegué a tener alrededor de treinta. Mi firme intención es quedarme con un par de eléctricas y una acústica, de hecho estoy deshaciéndome de todas mis guitarras progresivamente. Me quedaría con mi Les Paul de toda la vida, a la que tengo un cariño especial, y me quiero quedar con una Stratocaster moderna que me regaló Carlos De Castro, que suena de lujo. 16 – ¿Es bueno tanto GAS? ¡No! No, no es bueno, no puede serlo (Risas). Creo que es mejor tener dos buenas guitarras, tenerlas siempre a punto y usarlas, que tener un arsenal de 30 ó 40 guitarras que no usas. Si tienes 30 guitarras y las tocas, entonces no hay objeción. Lo bonito es tocarlas, disfrutarlas. El GAS es malo, crea problemas con la pareja, es una enfermedad, te lo aseguro. La guitarra no hace al músico, sino al revés. 17 – También trabajas en conciertos, en el backstage. Trabajé hace poco con Jeff Scott Soto y Jorge Salán de técnico de guitarras en su concierto. He de decir que ha sido mi primera vez, y es un trabajo complicado, hay que mantener todas esas guitarras bien afinadas, por supuesto, pero es que antes del show hay que encordarlas y ajustarlas. Los cambios de temperatura son muy traicioneros, sobre todo en las guitarras con Floyd Rose, ya que los muelles se calientan y enfrían, variando la tensión que ejercen sobre las cuerdas. 18 - ¿Qué define el sonido Vintage? Hay una explicación técnica para todo, incluso para saber porqué suena mejor una guitarra con el paso del tiempo. En las Gibson, con el paso del tiempo, la laca cada vez es más fina. La nitro nunca deja de secar y con los años va perdiendo disolvente, lo que reduce su grosor y elasticidad. Con nitrocelulosa, los años afectan al sonido siempre, y se supone que a mejor, es cuestión de gustos y en esos matices se halla el toque Vintage. Lo de las maderas y el asentamiento es otro tema, que también influye, pero cuando pintas/barnizas una guitarra, le estás cambiando el sonido. Una guitarra de los años ’60 puede volver a sonar moderna con un buen trabajo de lacado, aunque parezca increíble. Esto no pasa con los poliuretanos: se supone que son estables, aunque también hay una mejoría en el sonido con los años, claro que no tan acusada como con la nitro. En barnices, como en todo, no hay laca buena ni mala, sino métodos buenos y malos a la hora de trabajar. Lo difícil de la nitro es obtener una capa gruesa, lleva mucho más trabajo. Además, aunque te pases un poco de grosor, el proceso de secado ayuda a nivelar el espesor final, ya que se va evaporando. Con los barnices catalizados, como el poliuretano o el poliéster (a pesar de su mala prensa), lo difícil es hacerlo fino, pero si lo consigues, tendrás un sonido muy brillante. El poliuretano es más duro que la nitro y a mayor dureza, mayor brillo. El armónico natural que la falta a la madera te lo da la laca. Si te fijas, las guitarras decapadas no tienen brillo alguno. La nitro me gusta como luthier porque en las reparaciones se funden las capas nuevas con las antiguas y las reparaciones se hacen casi invisibles. También es cierto que es muy sucia, más difícil de limpiar… Es el sonido Gibson. En el caso de las Fender antiguas, por mucho que la gente diga, bajo la primera capa de nitro hay una capa de poliéster. Como te digo, no hay ni bueno ni malo, hay situaciones y métodos. La gente suele pensar en la nitro como pieza clave del sonido Vintage pero no es siempre así. Una John Suhr ó una PRS, guitarras modernas de espíritu clásico, llevan poliuretano y son muy buenas guitarras. 19 – Cuéntame cosas curiosas de tu experiencia como luthier, seguro que has visto “salvajadas” y cosas curiosas, sin contar con lo que te habrán pedido a lo largo de estos años. Bueno, a veces ocurren cosas increíbles, la realidad supera a la ficción. Recuerdo un cliente que quería pelar un cable eléctrico para conectarlo a la guitarra por un lado y al enchufe por el otro. Menos mal que no lo hizo (risas). He visto muchas modificaciones muy muy raras, la gente se empeña en hacer cosas sorprendentes. Llegué a colocar 4 push-pulls, un piezo y un selector mono-estéreo en una B.B. King, la guitarra tenía más de 20 sonidos. Cuando ya estaba todo hecho, el cliente me propuso poner además una single-coil en el medio y ya le tuve que decir que no (risas). Hay ocasiones en la que hay que frenarles y otras en las que vienen con ganas de gastarse el dinero a lo loco. Se podría incluso decir que hay GAS de luthier (risas). Es nuestra responsabilidad hacer lo necesario, con honestidad, y procurar disuadir a algún que otro cliente de hacer un auténtico estropicio. Luego te lo agradecen, te lo aseguro. Cualquier día me topo con una Les Paul del ’59 con un Floyd Rose instalado (risas). Una cosa curiosa que me han empezado a encargar últimamente son relicados. Para mí, que he trabajado tanto en la restauración de instrumentos, fue un shock al principio. Envejecer una guitarra es un trabajo técnicamente complejo y de elevado presupuesto (craquear el barniz, oxidar herrajes, amarillear plásticos, etc.). Es lo antagónico a mi profesión, de repente me piden lo contrario, es el colmo del luthier, una paradoja (risas), fastidiar las guitarras, increíble. Es cierto que lo hice y después de aquello me volvieron a pedir más cosas. Una vez un cliente nos trajo una guitarra que se había hecho él mismo, una española con una pastilla hecha a mano de contrachapado, una cosa monstruosa: para cablearla le había abierto un boquete por detrás, del tamaño de un palmo, bueno, horroroso. Aunque estuvo feo, creo que aquella vez no pude resistirme y tuve que hacer fotos de aquello (risas). Es que en lugar de trastes le había puesto trozos de cuerda pegadas con Super-Glue, pero además mal pegadas (risas). Es lo más increíble que he visto jamás (risas). 20 – Gracias Juan, ha sido un placer hablar contigo. Gracias en nombre de los lectores del portal de Guitarramanía. Gracias a Guitarramanía, es un gran foro, de ambiente sano, en el que todo el mundo puede expresar sus opiniones. Espero haber contribuido a acercar un poco más la figura del luthier. Soy un guitarrista igual de gaseado que todos vosotros. Un saludo para tod@s. por Freebird 15:56:51 - 2009-07-02 |