Las guitarras vintage son sin duda las más deseadas por la mayoría de guitarristas. El precio de una Gibson Les Paul Standard del ‘59 puede superar los 350.000 dólares y la mayoría de guitarras más deseables suelen superar los 6000 dólares. La conclusión puede ser que el precio de las guitarras vintage supera con creces el de la mayoría de guitarras nuevas, por muy caras que sean. En la cotización de una de estas guitarras, el factor más importante es la originalidad del instrumento. La siguiente estimación se acerca bastante a la realidad: Una Gibson ES-335 del año 1965, en estado completamente original, cotiza unos 10.000 dólares, si es repintada cotiza unos 5000, si le han cambiado las pastillas cotiza unos 4000, si es retrasteada unos 3600, si no tiene las clavijas originales unos 3400, y si se ha hecho alguna modificación irreversible (como taladros en la tapa) podría llegar a valer muchísimo menos. Hasta aquí nada que no conozcáis. No quiero (ni puedo) escribir una tabla de cotización de instrumentos vintage para vosotros. Mi intención al escribir este artículo es que conozcáis experiencias reales entre un Luthier y propietarios de estas guitarras. Tengo la suerte de reparar y trabajar en muchas piezas vintage, y creo que las situaciones que he vivido con los dueños de las guitarras os podrán ayudar a conocer la verdadera realidad del vintage. Quiero compartir experiencias que os ayudarán a comprar (según vuestras necesidades) y sobre todo, saber exactamente qué supone comprar un instrumento vintage, para lo bueno y para lo malo...
Volviendo a la estimación de esa supuesta 335 de 1965, si nos ofrecieran un instrumento por la mitad de precio de lo que estipulé según cada condición, la mayoría de nosotros (si tuviésemos el dinero) optaríamos por comprar la que está inmaculada y con el mejor aspecto posible. La decisión parece lógica. Os compráis la guitarra y queréis estrenarla en vuestro próximo concierto, para lo cual acudís a un Luthier para que la ponga a punto. Aquí empiezan los problemas y los dilemas. Es casi imposible que un instrumento vintage esté en condiciones de uso profesional, sobre todo de máxima exigencia y en perfecto estado de funcionalidad. Para conseguirlo será necesario realizar trabajos y/o sustituciones de piezas que pueden afectar al valor del instrumento. Las modificaciones reversibles son realizables sin devaluar la guitarra, las irreversibles devaluarán permanentemente la guitarra.
Irreversibles:
El barniz: El barniz me parece una de las partes más importantes de la guitarra. Nunca en mi vida propondré a un cliente repintar un instrumento vintage. No sólo porque devaluaría el instrumento sino porque cambiaría permanentemente su sonido. En mi opinión, una gran parte del sonido vintage está en el barniz del instrumento. Comprendo y apruebo que el precio de un instrumento repintado sea la mitad del de uno sin repintar. A mis clientes con instrumentos vintage, únicamente les propongo limpiar y pulimentar en profundidad el acabado. La única excepción a esta regla pueden ser los mástiles, a los cuales me gusta darles algún tipo de sellado para evitar posibles deformaciones así como las rajas estructurales, a las cuales aplico un sellado para evitar que la humedad reblandezca la cola de pescado que empleo en las reparaciones. En la imagen podemos ver un mástil de Fender Stratocaster del año 1976 que está severamente afectado por la humedad de Costa Rica. El tacto es horrible y corta al pasar las manos. La opción ideal es relacarlo, aunque devalúe teóricamente el instrumento, por otro lado intocable en este estado. Las fotos del final mustran el resultado: realmente en este caso extremo no estoy seguro de haber devaluado el instrumento…
Los retrasteos: Uno de los mayores dilemas y uno de los temas sobre los que incidiré en mayor profundidad en el artículo son los trastes. El retrasteo de una guitarra vintage supone un quebradero de cabeza para los propietarios. Muchos de ellos quieren que su guitarra se toque perfectamente y no trastee. Por desgracia, en muchos de estos instrumentos, la única manera posible de conseguirlo es retrasteando la guitarra. Hay muchas ocasiones en las que, bien por desgaste de los trastes, bien por deformaciones en la madera, la única salida posible es un retrasteo. El limado de trases es una opción perfecta si los trastes tienen suficiente altura y no hay una deformación grave en el mástil. Por desgracia, el traste vintage (Dunlop 6230 en Fender y Martin y el 6130 en Gibson) es muy bajo para los estándares actuales incluso cuando era nuevo, pero si encima se han limado previamente o si existe una deformación grande en la madera, la única solución perfecta a nivel práctico es sustituirlos. El retrasteo consigue que la guitarra pueda tocarse a la perfección, pero puede devaluar un instrumento, lo cual angustia a los clientes. Los taladros: Estoy siempre en contra de ellos, intento disuadir a todo cliente de que los realice. Incluso en guitarras nuevas huyo de ellos y advierto a los clientes de que serán irreversibles. Suelo posponerlos y que se lo piensen unos meses antes de hacerlos. En esta categoría incluyo montar un Bigsby, un stop-tailpiece a una 335, agrandar el hueco de los clavijeros para poner unos Grover, etc. Reversibles: Pastillas: Muchas de las pastillas vintage sufren de acoples, sobre todo con alta ganancia. Bañarlas en cera les cambia el sonido y puede devaluarlas, además de suponer cierto riesgo: el baño de cera puede despegar la pegatina de PAF o Patent Number que llevan las pastillas Gibson de los ‘50 y ‘60. La sustitución puede ser recomendable si buscamos otro sonido (descartando el de de las pastillas originales) o si buscamos evitar problemas de acople. El cambio de pastillas es reversible (guardando a buen recaudo las originales) y por lo tanto puedo realizarlo si el cliente lo desea sin darle quebraderos de cabeza. Electrónica: Los potenciómetros antiguos suelen tener ruidos al girarlos. Soy partidario de la sustitución por otros nuevos. La diferencia en sonido entre viejos y nuevos es despreciable y en caso de tener que vender la guitarra son restituibles. Los apantallados con cobre adhesivo son reversibles y gusto de hacerlos si el cliente quiere la guitarra sin ruidos de masa. Puentes: Muchos puentes suelen estar oxidados y a veces pútridos. Si es posible la limpieza y volver a hacer funcionar el puente los mantengo. Si esto es imposible sustituyo las piezas de las que existe recambio (casi todo en Fender y Gibson) y si no lo hay sustituyo el puente por una réplica exacta moderna. Las piezas originales se pueden volver a instalar en un momento posterior. En la foto se han sustituido las selletas de un puente en una strato del ‘69 por unas réplicas a las que se les ha dado un acabado “relic” para que no desentonen con el resto del estado del puente.
Cejuela: Si la original es trabajable la mantengo, pero si necesita ser sustituida la cambio. No olvidemos (ver el artículo de porqué se desafinan las guitarras) que es una pieza vital. En la mayoría de ocasiones (pero no siempre) es posible extraer la cejuela vieja sin romperla, aunque rara vez se vuelve a instalar. Una cejuela cambiada apenas devalúa un instrumento. Clavijeros: muchos clavijeros vintage están muy deteriorados, tienen mucha holgura. La holgura suele ser molesta al afinar la guitarra. Si hay holguras, aconsejo sustituir las clavijas originales por réplicas modernas de mejor rendimiento. Nunca propongo instalar clavijeros modernos (como Grover rotomatic o Schaller) porque es necesario agrandar el agujero para su instalación. No olvidemos que una guitarra que se desafina suele tener el origen de ese mal en la cejuela (os vuelvo a remitir a mi artículo sobre el tema).
Las siguientes situaciones son experiencias reales con propietarios de guitarras vintage, algunos de ellos son verdaderos coleccionistas y otros son músicos.
Michel Salomón, un extraordinario guitarrista profesional y uno de los clientes con mayor exigencia (todo debe funcionar perfecto) hacia sus guitarras se ha comprado una Gibson ES-335 de 1968, 100% original (incluyendo cejuela, potenciómetros, etc) y en magnífico estado de conservación. Michel ha pagado una fortuna por la guitarra. Los trastes originales son muy bajos y existen desniveles entre ellos. Michel prefiere trastes más altos, pero si la retrasteamos puede perder un poco de valor. Por el momento (y con muchas preguntas cuya respuesta siempre es: “o la retrasteamos o no tocará como tú quieres”) elige limarlos y arreglarlos pero sé que dentro de poco o me pide que la retrasteemos o se deshará de esta magnífica guitarra. Por si fuese poco, Michel prefiere el sustain y el aspecto que le daría un stop tailpiece en vez del cordal que lleva la guitarra. Para instalarlo es imprescindible taladrar la tapa, lo cual sería un crimen además de una gran devaluación de la guitarra. Michel está sufriendo entre tener la guitarra que le gustaría tener y la devaluación que tendría la tremenda inversión que ha realizado……
Un cliente anónimo me trae una Gibson L4 del año 1956 que ha sido una ganga, puesto que está repintada y retrasteada, pese a lo cual sigue teniendo una deformación notoria en el mástil. Siendo retrasteada no dudamos un segundo, corrijo la deformación y retrasteo la guitarra, tras lo cual se toca de lujo. El cliente pagó poco y es muy feliz con su guitarra. Otro cliente anónimo (coleccionista) tiene una Martin D28 de 1964, con palosanto de Brasil y en inmaculada condición. Es la Martin vintage mejor conservada que he visto en mi vida, y eso que he acudido a una macro feria vintage en USA. Las fotos demuestran que tanto el interior como el exterior parecen realmente salidos de una “time machine” La guitarra tiene una ligera deformación en el mástil que provocan un trasteo los trastes altos. Por desgracia, éstos ya fueron severamente limados con anterioridad. La única solución es retrastear o tal vez elevar las cuerdas en el puente. La decisión es obvia, hacer un hueso nuevo (guardando el antiguo) y no molestar a esta belleza. El dueño de esta guitarra es un auténtico coleccionista, tiene claro que la guitarra va a estar más tiempo en una vitrina que sobre un escenario. En esta ocasión el cliente no sufre…
Otro cliente anónimo me trae otra Martin D28, esta vez de 1967 que está en peor estado que la del ’64: tiene una raja en el diapasón que para ser reparada correctamente necesitaría de un retrasteo, que además mejoraría el tacto del mástil notablemente. Por el momento limamos los trastes, tras lo cual se toca suficientemente bien, y sustituyo la cejuela y el puente. La guitarra se toca muy bien (aunque no tan bien como si la retrasteara) y el cliente se va a pensar lo del retrasteo. De no estar la raja, seguro que preferiría no hacerlo. Cómo suena esta guitarra, rasguear 3 acordes es suficiente recompensa, ¡mi cara lo dice todo!
Una situación de dilema se produce con una Burns Bison (pre-Baldwin) de 1960, la guitarra es de un coleccionista. Esta guitarra cuesta mucho más de lo que os imagináis. Es la más cara de todas las que veremos. Ésta era la guitarra de Hank Marvin en la época de apache y está conservada de maravilla. El mástil tiene un gravísimo revirado que la hace absolutamente intocable. La acción debería ser para tocar slide (o si me apuráis Lap Steel) únicamente y sólo se puede recuperar mediante un retrasteo. El cliente es un coleccionista y sabe que el retrasteo puede devaluar un poco la guitarra. Por otro lado pensamos que si la guitarra es al 100% inútil, también sufriría de devaluación. Optamos por retrastearla y los dos creemos que no hemos devaluado la guitarra (una gran mejora a cambio de una pequeña devaluación). Tal vez dentro de 50 años (o si la guitarra acaba en un museo), nuestra decisión haya sido equivocada, quién sabe.
Una última situación. Alfonso Lucea, un coleccionista me trae una Gibson Les Paul Junior del año 1957, la guitarra está en muy buen estado de conservación y originalidad. Los únicos detalles apreciables son que los herrajes están putrefactos y que un potenciómetro no es original (aunque funciona perfectamente). En un instrumento de este estilo y siendo el dueño un coleccionista, se opta por limpiar los herrajes (un arduo trabajo, ver foto) y lo más curioso, instalar unos potenciómetros del año ‘57 que están en mal estado pero que son los originales. A un músico le parecería una “cafrada”, pero para a un coleccionista y para mí ésta es la opción lógica.
Mi consejo final es el siguiente: antes de liaros con guitarras vintage tenéis que pensar con claridad cuál es vuestra intención:
1.- Ser un verdadero coleccionista, lo cual significa comprar las guitarras en el mejor estado de conservación, guardarlas en una vitrina y tocarlas 10 minutos los domingos.
2.-Ser un músico y tener la guitarra en óptimas condiciones de uso y rendimiento.
Si vuestra opción es la segunda, no desesperéis, existen guitarras que ya tienen hechas modificaciones y que además os saldrán mucho más baratas que los instrumentos 100% originales. Al respecto de las modificaciones, y por lo que ya habréis intuido al leer el artículo, si os podéis comprar un instrumento que ya está retrasteado, tendréis una guitarra que se podrá tocar siempre perfectamente, dormiréis tranquilos y sabiendo que no habéis cometido una locura. El resto de piezas pueden ser sustituidas sin mayor quebradero de cabeza. Si deseáis hacer una modificación irreversible como instalar un stop-tailpiece a una 335 del ‘66 al ‘80, será mejor comprarla con dicha pieza ya instalada: os saldrá mucho más barato e, insisto, dormiréis mejor... Si no somos el típico coleccionista que tiene las guitarras en la vitrina y las queremos para tocar, lo mejor no sólo a nivel económico, sino a nivel de paz mental y calidad en el ajuste y rendimiento es comprarse un instrumento vintage acorde a nuestras necesidades. Existen muchos ya modificados que son más baratos y dejemos los originales para los coleccionistas, cuya labor de conservación de un patrimonio histórico también debe ser alabada. Me fastidia que se suela hablar de ellos en términos peyorativos. Es curioso, muchos de los que los critican a los coleccionistas me dicen: ¿y no se puede hacer nada sin retrastearla? ¿no puedes evitar cambiar la cejuela?. En el fondo están teniendo una doble moral, son coleccionistas-músicos, algo que no cuadra muy fácilmente…
JUAN BRIEVA
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