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 Eran las 5 de la mañana, servidor golpeaba el despertador contra el suelo, maldiciendo su fortuna y deseando que solo fuera un sueño…porque tenía sueño. Pero no, no era un sueño, tenía que despertarme, prepararme para mi jornada de trabajo. A estas horas, no están puestas las calles, y efectivamente, no lo están, unas molestas obras de remodelación de la Vía Nazionale hacen que parezca que la metáfora esta, sea una realidad, ya que los montones de cantos rodados, las máquinas y los trabajadores se agolpan con esmero, aunque sin prisa para terminar la maldita remodelación de esta arteria de la ciudad, que como todo el mundo debe de saber, es de piedra, a modo de calzada romana, lo cual conlleva un ruido y un tembleque muy molesto a la hora de coger el transporte, ya sea coche, moto, bicicleta (que dios se apiade de vosotros, pobres indefensos) o autobús, además de ser molesto, es bastante costoso y bastante lento de hacer…como se nota que no tienen un Gallardón como alcalde para poner orden en este desorden…
Después de recorrer los principales focos artísticos clásicos, tales como el circo Massimo, la Bocca della Verità, el Teatro Marcello, la “máquina de escribir” o monumento a Vittorio Emmanuel, llego a Termini, la estación, obra arquitectónica monstruosa construida durante el periodo fascista italiano. La estación en sí es un bloque de piedra con millones de tiendas, kioscos, cafeterías para todos los gustos, además de ser el centro del transporte de toda la ciudad. Si como dice la frase, “todos los caminos llevan a Roma”, se puede aplicar la frase “todos los transportes llevan a Termini…o casi todos”. Desde la estación se puede llegar a cualquier lado: aeropuerto, otras estaciones de tren, metro, buses, trenes a otras ciudades, a todo el mundo… Si uno se pierde, y está por Termini seguro que hay algo que le lleva a su destino.
Rondaba el reloj ya las 6:30 de la mañana cuando mi compañero de viaje africano se levantaba bruscamente de su asiento intentando escapar del autobús y en una fracción de segundo era capturado por el revisor ya que, todo hay que decirlo, es obligatorio portar el billete y tenerlo validado a la hora de acceder a un transporte público de esta ciudad. Aunque pueda parecer obvio para nosotros, de siempre Italia, y concretamente Roma, se caracterizaba por un transporte público efectivo y “casi” gratuito, ya que nadie compraba su billete, ahora los revisores están constantemente pidiendo tickets, en un afán recaudador voraz, sin perdonar ni una. Para desgracia mía, yo también fui requerido, y como era obvio, no tenia billete, más que nada por que era lunes a las 6 de la mañana y no había posibilidad de comprarlo, ya que no hay metro cerca y los tabacchi no están abiertos tan pronto (surrealista pero cierto, aquí funcionan las cosas “muy” bien) y por supuesto no perdonó el revisor a pesar de mi torpeza con el italiano, y poner cara de pena…en esto de que el revisor fue a su compañero a por la libreta de las multas, (varían de 50 a 500 euros, dependiendo del grado de gravedad y si la pagas al momento o mas tarde, lo normal son 50 euros al momento o 104 mas tarde, desconozco el plazo a día de hoy) y de repente una mano amiga me introdujo, en el barullo del autobús, un billete válido por lo que me salvé de pagar la multa…¡Ya tengo anécdota para contar a mis nietos!
Se acercaba peligrosamente la hora de fichar en el trabajo: después de embutirme en mi traje, el piccolo gran uomo comenzaba su jornada de trabajo en un hotel con cierto regusto británico, pero 100% italiano. Con paredes tapizadas, suelos enmoquetados, exceso de tonos rojizos, y abuso del color oro, el hotel Morgana, próximo a la estación de Termini, me daba la bienvenida, un hotel sencillo, con precios “modestos” para ser un hotel de 4 estrellas italiano, los precios varían desde los 150 euros habitación doble, hasta los 450 euros suite de lujo (tampoco tanto, pero cama King Size, pantalla de plasma gigante, jacuzzi y decoración chic) incluido el desayuno, por supuesto.
 Después de acomodarme y notar un cierto sentimiento molesto hacia mi traje, la raya del pantalón y la endemoniada corbata, fui conociendo los entresijos del hotel, fui conociendo virtualmente a los clientes VIP del hotel, basta decir que hay gente que vive en el hotel, gente que lleva 700 noches casi seguidas durmiendo en el hotel…a 200 euros la noche…Hagan cuentas, lectores…Por suerte lo paga el gobierno italiano (si…aquí va a parar parte de los impuestos de los italianos) o las multinacionales italianas.
El día pasó bastante despacio a pesar de ser solo 5 horas (me dan collejas mis compañeras que trabajan casi 9 horas al día) y aproveché para preguntar a mis compañeros por alguna tienda de música…me recomendaron alguna tienda de música cerca de la Vía del Corso y la Vía Condotti (archifamosa por sus tiendas de ropa ultracara de todos los diseñadores caraduras) pero realmente no encontré NADA, solo 3 amplis Fender FM212 vendidos a precio de oro y un puñado de Squiers e Ibanez…a día de hoy me queda por visitar el Hard Rock Café de Roma…que al parecer tiene una Kramer de Van Halen expuesta…Pero vete tu a saber… Sería la primera vez que entraría en un lugar de estos y no sé a que me expongo (menos da una piedra).
Lo cierto es que rememorando viajes pasados, en el Trastevere había una pequeña tienda musical con varias Gibson (varias Goldtop, una bastante antigua y otra de las actuales, de ahí viene mi debilidad por estas guitarras) en la cual el trato es bastante amigable y bastante entrañable, una tienda regentada por un vejete bastante amante del jazz y su rebelde hijo, más moderno, desconozco el nombre, pero lo recordaré en breve, seguro.
El tiempo volaba, y ya era hora de comer (para mi, claro): para los italianos ya fue hace dos horas…Ya eran las tres de la tarde y no había nada que sirviese, sólo quedaban algunos trozos de pizza al taglio, la pizza de toda la vida, pero cuadrada y en grandes cantidades, que es vendida al peso, de diferentes gustos, aunque siempre encontrarás los clásicos, margherita, proscciuto e formaggio, pizza rossa (masa y tomate) y pizza Bianca (sólo masa con un poco de sal y a veces con un poco de romero, muy buena). Lo cierto es que esta pizza es lo mejor que tiene Roma, al menos bajo mi punto de vista, es barata, llena mucho, y tiene un sabor impresionante, además siempre te la calientan en un pequeño horno que tienen, aunque honestamente, lo mejor es ir a las horas punteras (entre las 12 y la 1) para poder comerla recién sacada del horno (de piedra en algunos establecimientos). Todo un placer y una explosión de gusto para las papilas gustativas: crujiente, con la mozzarella recién fundida y el tomate con todo su aroma, que por cierto, aquí el tomate es buenísimo, estoy absolutamente enganchado a la ensalada de tomate con un poco de mozarella fresca, sal, aceite, orégano y una pizca de romero.
 Después de esta agotadora jornada, llego al reposo, desde donde escribo estas líneas, donde suena, Between Heaven and Hell de Zakk Wylde, de su álbum “Book of Shadows”, y comienzo a reflexionar…
Cada vez es más fácil amoldarse a este pequeño monstruo urbano, amoldarse al hecho de que se convive con ruido constante y situaciones ridículas, casi de película. Me ha sorprendido bastante el hecho de que una ciudad tan grande, con tanto tráfico, tantos conductores salvajes y con tanto caos circulatorio, no haya presenciado ningún accidente, ni ningún conflicto en la calzada. Debe ser por el hecho de que es una ciudad con un orden desordenado, a pesar de ser unos auténticos cabras al volante, se manejan bastante bien.
Este caos se traslada también a las instituciones, organizaciones de empresas y servicios públicos. Si en España nos quejamos de nuestro funcionariado, de la burocracia y demás trámites, Italia es definitivamente un chiste, una broma pesada gastada a cada romano, cada día, papeles absurdos, paseos innecesarios y demás parafernalia para alegrarnos el día…
Mientras tanto seguiré degustando el sabor del capuccino mañanero y de los cornettos (croissant) recién sacados del horno, con mis compañeros venidos de todas partes del mundo, ya que a aquí también vienen a buscarse la vida, tanto o más que en nuestro país. Esperemos que la fortuna me acerque algún día mi guitarra a este monasterio de clausura, se la echa de menos…
Arrivederci o ciao, como ustedes prefieran… |
