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THE PHANTOM OF THE OPERA
Majestic Theatre. 247 West 44th Street. New York. 26/07/08.

Antes de nada debo aclarar que no me considero un aficionado al teatro. De hecho, y en un principio, no pensé que me atrajera la idea de asistir a una obra del "famoso y venerado" Broadway, tan alabado por todos los entendidos. Y cuando acudí a comprar entradas me decidí por el aclamado Fantasma de la Ópera, antes de presenciar uno de esos musicales blandengues. A priori mis prejuicios no me dejaban pensar con claridad, caso típico. Qué decir de una obra que ha sido compartida por varias generaciones, ha sido representada durante 20 años, influyendo a toda clase de artistas, dando pie a versiones de su principal melodía, y formando parte del legado cultural contemporáneo en la actualidad.

Mi nivel de inglés fue suficiente para poder seguir el hilo de la obra, aunque no fuese del todo necesario, tratándose de un musical en toda regla. Para poder describir toda y cada una de las sensaciones que me transmitió aquella noche comenzaré por describir el teatro Majestic. Una verdadera joya que rebosa ese aire lóbrego , de lujo y sobriedad, que nos hace sentir ese halo, esa atmosfera ténebre y auténtica, que te transporta automáticamente a otra época.

Nada más tomar asiento me doy cuenta de que mi butaca y la de mi acompañante son perfectas para presenciar la representación. A tenor del precio de cada entrada, ( 111$), puedo entender que vale la pena tener cierta proximidad al escenario. Cuando comienza el espectáculo, percibo una melodía familiar. Realmente el tema central del Fantasma de la Opera, música original de Andrew LLoyd Weber, es un temazo que no deja a nadie indiferente, y que penetra en tu interior con fuerza. La mezcla con toques modernos me deja perplejo, cuando de repente me doy cuenta ( yo ignorante) de que debajo del escenario tenemos a una orquesta completa que está interpretando cada movimiento. Mi primera impresión es de admiración total, suena con una acústica impresionante, y de pronto todo el público guarda silencio nada más abrir el telón.

El teatro se encuentra a rebosar, no queda una butaca libre, sobre todo me llama la atención que se trata de un público de lo más variopinto: de todas las edades, culturas y razas que imaginemos.

La obra trata una historia de amor, donde el fantasma de la ópera le gasta una cuantas pasadas al resto del reparto de actores ( pude contar hasta 28 a la vez en el escenario), con multitud de elementos de sorpresa: una lámpara que casi cae de lleno encima de las primeras filas de los asistentes, un angel dorado que cae del techo del teatro con el fantasma de la Ópera postrado sobre el mismo, disparos, trucos de magia, .... fueron solo algunos de los elementos que me dejaron impresionados. Por no hablar de la profesionalidad de los actores, y sobre todo de los torrentes de voz que mostraron cada uno de ellos (solamente el personaje del Fantasma llevaba la voz amplificada), en una obra musical en la que se se sucedían los cambios de escenario como por arte de magia. Algunos de ellos me dejaron estupefacto: escaleras, candelabros que salían del suelo, barcas en medio de un mar de bruma... todo esto en un decorado de dimensiones reducidas. He de decir que el escenario se encuentra muy próximo al público, en ocasiones los actores practicamente se incorporaban delante de las butacas de los asistentes, que perplejos daban muestra de sorpresa cuando se sucedían los acontecimientos: disparos y un par de sucesos dignos de presenciar.

Encontrándome en Estados Unidos me llamó la atención que todos los actores tuvieran una perfecta dicción británica, que quizás también ayudó a que fuera fácil seguir cada diálogo. A mitad de la obra hubo un descanso de un cuarto de hora. Mis sentidos estaban plenamente atentos a todo lo que acontecía, la magia de Broadway me había absorbido sin darme cuenta que llevábamos ya hora y media de actuación.

La segunda parte de la obra fue algo más sería, la parte musical todavía más paranoica, siendo la primera vez que tenía oportunidad de escuchar la totalidad de la obra la verdad es que me cuesta poder decir algo más. Subrayo que nada más llegar a España he conseguido el disco en su totalidad, ya que la melodía central del fantasma de la Ópera realmente es una de esas obras maestras que te subyugan y no dejan a nadie indiferente.

Solo puedo dar fe de mi entusiasmo por esta obra, y mi recomendación más sincera a todo el que tenga la oportunidad de presenciar una función en Broadway, será algo que no olvidarás con facilidad.

Y siendo malagueño no se puede estar más orgulloso de poder mostrar a nuestro internacional Antonio Banderas, que se atreve con todo, cantando la canción principal del Fantasma de la Ópera, para nuestra admiración. Aunque no se capte la grandiosidad que ofrece verlo en directo, sirve para hacerse una idea.