Otro de los grandes discos que nos trajo 1987 fue el archiconocido ‘Appetite for Destruction’ de Guns N’ Roses. Los que no hayan vivido el cambio de década entre los ’80 y los ’90 nunca lograrán comprender la magnitud del fenómeno “GnR”. Cómo Axl consiguió traspasar la delgada línea roja que separa a un “melenudo” de un sex-symbol digno de decorar las carpetas de las chicas más sexys del cole, y de cómo Saul Hudson (Slash) puso de moda las Les Paul (acabadas en Cherry Sunburst, para ser más exactos), cuando semejantes “tochos” dobla-espinazos quedaban prácticamente baneados del arsenal guitarrero del
guitar-hero metalero al uso. Y, si, yo fui uno de los que ahorraron a muerte para hacerme con una Gibson Les Paul en dicho color y empezó su andadura a las 6 cuerdas influenciado por la banda californiana. Tras algunos años de desenfreno y
Rock and Roll way of life en el Sunset Strip de Hollywood, Guns N’ Roses logra grabar su primer disco en 1987 junto a la (por entonces) todopoderosa Geffen Records con polémica incluida (portada censurada). Y aún viven del cuento… Nada de lo que Axl y Slash hagan podrá hacer sombra al dichoso disco, y nada de lo que la banda sacó al mercado posteriormente pudo alcanzar el nivel de coherencia que se desprende de ‘Appetite’. Una producción poco ortodoxa (pero muy precisa) para una banda con tintes “glam” pero bien aplicada a 12 temas realmente bien escogidos consiguió fraguar en una mezcla de Hard Rock etílico, descarado y de alto octanaje, realizado por unos motivadísimos Guns, sin nada que perder en la época. La descarnada voz del histriónico Axl Rose (muy influenciada por McCafferty de Nazareth) y la belleza que reside en la pastilla del mástil de la Les Paul de Slash desataron la “
gunsmanía” (que aún perdura en el corazón de much@s). La fama pudo con Steven “Popcorn” Adler, propició proyectos paralelos de Slash, Izzy y de Duff, y desvió el buen rumbo de la banda, que pagó el precio del exceso, aunque gozando de un status divino durante más tiempo del que sin duda le correspondía. A ver qué guitarrista puede afirmar que nunca ha tocado la
intro de “Sweet Child O’ Mine”… A título informativo, el disco alcanzó el número uno en USA y se mantuvo en la cima durante más de un año… Más de 28 millones de discos vendidos tienen la culpa (18 veces disco de platino, superando el debut del grupo Boston de 1976, que parecía inalcanzable por aquel entonces).
Pero cuando hablamos de mega-éxito, hubo un tercero en discordia aquel año, un disco que, también a su manera, marcó un hito en cuanto a producción y que coparía con infinidad de singles las listas americanas y británicas a base de un Hard Rock más que accesible (
radio friendly) que les haría vender más de 20 millones de copias. Hasta el lanzamiento del eterno ‘Chinese Democracy’ de los Guns ‘N Roses hace dos años, ‘Hysteria’ se consideraba el disco con el proceso de gestación más largo (o de los más largos), repartido a lo largo de 4 largos años tras el lanzamiento del anterior (también innovador y exitoso) ‘Pyromania’. Pero ni la tragedia (el accidente en el que Rick Allen perdería el brazo en su
Corvette) ni los despropósitos consiguieron minar la moral del grupo, que consiguió fa
cturar un discazo alabado por la crítica. El disco iba a titularse inicialmente ‘Animal Instinct’ y contaría con la presencia del compositor Jim Steinman (Meat Loaf). La participación de Steinman fue un desastre, puesto que su idea era la de capturar la banda casi en directo y de forma muy cruda y energética. Nada más lejos de lo que a la postre acabaría siendo el disco, evidentemente. Buscando una producción pop de extrema limpieza y definición, la banda intentó dar salida a las cintas ya grabadas junto al gurú Steinman pero sin éxito, por lo que todo el trabajo fue desechado y posteriormente re-grabado. Tras el accidente de Allen, Joe Elliott contrajo una infección grave y el lanzamiento del disco se alargó hasta agosto de 1987. En las notas internas del LP, la banda pedía perdón por la espera, asegurando que no volvería a hacer esperar tanto tiempo a sus
fans nunca más. Desgraciadamente, esta promesa no se cumplió, claro que nadie contaba con la muerte de Steve “White Lightning” Clark al poco tiempo. Cada tema de ‘Hysteria’ era un single en potencia. Aunque con la desaprobación de los metaleros más duros (que reclamaban un segundo ‘Pyromania’), el álbum consiguió triunfar gracias a su producción
pop, pionera en el uso de armonías vocales y de tecnología al servicio de la música, como el increíble amplificador
Rockman (inventado por el genial Tom Scholz) y un sintetizador Fairlight para samplear todas las pistas de batería. Una joyita.
Mientras, en Nueva York, la escena metalera respiraba otro tipo de aires. Capitaneado por el frenético guitarrista Scott Ian, el grupo Anthrax ya había destacado con su anterior ‘Spreading the Disease”. La peculiar voz del vocalista de origen Sioux Joey Belladonna y la técnica a las 6 cuerdas del pequeño Dan Spitz se veían respaldadas por una sección rítmica de origen italoamericano de lujo (Charlie Benante y Frank Bello). En Marzo de 1987, ‘Among the Living’ irrumpió en el mercado confirmando el enorme potencial de la banda, que gracias a este trabajo se ganó a pulso su lugar entre los 5 grandes del Thrash Metal junto a Metallica, Megadeth, Slayer y Testament. Hay un elemento inquietante en la música de Anthrax, un radical libre que lo infecta todo y obliga al respetable a emplearse a fondo en el “
headbanging”: la guitarra de Scott Ian
mutea la sexta cuerda con tanta fuerza (el sonido característico del grupo) que la musicalidad casi se diluye. A día de hoy, las partes rítmicas intrincadas y la velocidad del “
downstroking” de Ian siguen siendo de libro de texto. El álbum no goza de una producción muy afortunada, y presenta un sonido realmente oscuro y denso, en el que los instrumentos rezuman crudeza a raudales.
Pese a ello, la mezcla de Eddie Kramer optimiza la materia prima y el resultado es realmente notable, la caja golpea con fiereza, el bajo baila sobre tus tripas y las guitarras acaban de descuartizarte antes de que puedas reaccionar. El single “Indians” (tema protesta de corte racial) obtuvo cierta notoriedad en la MTV, pero el contenido del disco está claramente fuera de la órbita del gran público, al tratarse de Thrash Metal puro, sin un ápice de comercialidad. La extraña portada anticipa vibraciones realmente duras, aunque nada te prepara para la arrolladora sucesión de temazos, que viola tus tímpanos con la fuerza de un mercancías desbocado. El tema “Among the Living” se inspira en la novela “Apocalipsis” de Stephen King (“the Walkin’ Dude” es el villano Randall Flagg) y “I Am the Law” es la sangrienta crónica del personaje de cómic (más tarde llevado a la gran pantalla por Sylvester Stallone) Juez Dredd. Otra enfermiza fuente de inspiración a la hora de componer fue la vida de John Belushi (actor y cómico fallecido en 1982), protagonista en “N.F.L. (efilnekufesin)”, curioso título para un tema: Nice Fuckin’ Life pronunciado al revés… La fijación de Anthrax por romper los esquemas rozaría lo intolerable (aunque sin duda perdonable) al colaborar por primera vez junto a un grupo de Rap (Public Enemy), lanzando el single “Bring the Noise” y realizando una gira conjunta con dicho grupo en 1991. “Among the Living” es su mejor trabajo de la época con Joey Belladonna, un disco más que recomendable para todo amante del Heavy Metal.
Obedeciendo a mi criterio personal, creo que es justo otorgar la quinta plaza de esta selección a un disco de Rock instrumental tan influyente como ‘Surfing with the Alien’, del genial guitarrista Joe Satriani. Sigue siendo uno de sus discos más reconocidos, y el temazo “Satch Boogie” es ya pieza de obligado estudio entre los aspirantes a
guitar-
hero del siglo XXI. Lanzado a finales de 1987, el disco consiguió entrar en las listas en 1988, y sigue siendo el único trabajo de Satriani que ha conseguido alcanzar el
status de platino en USA. Hay composiciones para todos los gustos: temas de corte rockero como “Surfing with the Alien” ó el single de corte suave y melódico “Always with Me, Alway
s with You”. En “Mignight”, la técnica de Joe de
tapping a dos manos (tan conocida hoy en día) sorprendió al respetable guitarrero de la época. Hay que visualizar este trabajo en el contexto de su época: al igual que Jimi Hendrix, que consiguió alcanzar la divinidad a finales de los ’60 y Eddie Van Halen, que hizo lo propio durante la década de los ’80, Satriani consiguió un lugar entre los grandes gracias a su particular fusión de
feeling y técnica. Recordemos que, no en vano, fue el profesor de Steve Vai. Actualmente, ambos nombres siguen pugnando en la cima del olimpo de la guitarra. Desde que ambos se encumbraran por méritos propios hace ya más de 20 años, pocos nombres han vuelto a sugerir tal atisbo de emoción, si acaso Zakk Wylde, Yngwie Malmsteen y más recientemente Joe Bonamassa han conseguido escalar posiciones e influenciar a miles de guitarristas, pero cuando hablamos de talento (limpieza en la ejecución unida a un conocimiento enciclopédico del instrumento y sus posibilidades), alumno y maestro siguen a años luz del resto del rebaño. En 1987, Joe Satriani consiguió arrojar algo de frescura sobre el panorama guitarrero, concibiendo un disco en el que todas las técnicas de vanguardia se entremezclan con soltura y nitidez, en el que parece que toca sin esforzarse y cuya portada representa el personaje de cómic Silver Surfer (de Marvel) que, al igual que Mr. Satriani, poco tiene de humano.
Por Freebird