El regreso del "Bootleg" |
Escrito por Freebird |
Martes, 06 de Abril de 2010 14:58 |
A principios del siglo XX, durante la ley seca, las petacas se pusieron de moda en los Estados Unidos por lo reducido de su tamaño y por lo fácil que resultaba disimularlas (llenas, por supuesto, de ilegal Whisky) entre la ropa ó dentro de una bota. La acuñación del término ‘slang’ bootleg viene, como vemos, de lejos. Hoy en día (y desde finales de los años ’60), su principal acepción hace referencia, sin embargo, a producciones discográficas de dudosa legalidad. Lo que se denomina piratería en la industria discográfica poco tiene que ver con el fenómeno bootleg. El chico nigeriano que nos vende los últimos éxitos de las listas (recién tostados en un taller ilegal chino) en el top-manta está perjudicando los intereses del artista, pirateando (falsificando) una obra sobre la cual existen toda clase de copyrights, y está cometiendo un delito tipificado como tal en el código penal de nuestro país. Este material no tiene ningún interés, y es incluso despreciado por los amantes de la música y vilipendiado (ni gratis…) por los coleccionistas. Lo que todo coleccionista anhela es conseguir el máximo número de grabaciones inéditas de sus artistas favoritos. Por inédita entendemos que dicha obra no ha sido lanzada al mercado de forma oficial (legal) por una discográfica, y aunque existe un claro vínculo en cuanto a la autoría de dicha obra, no hablamos de una obra con depósito legal, sino de una obra cuya distribución no merma los beneficios de dicha discográfica. Es una diferencia abismal de fondo y de forma, las grabaciones bootleg (no queremos llamarlas “piratas”) tienen otro propósito, y aunque parezca mentira, éste es acercar la obra del artista a la gente (a veces ganando unas perras “in the process”, pero no siempre). El origen de dichas grabaciones, pues, puede ser de diversa índole: tomas de estudio (demos, “outtakes”) y grabaciones en directo sobre todo. La calidad del material grabado en los conciertos puede ser abismal entre dos fuentes diferentes que hayan grabado el mismo show, por lo que se establecen diferentes criterios de calidad de cara a clasificar el material: Audience, Soundboard, Pre-Fm, Fm, combinados con good, very good y excellent (además de la coletilla “+” en muchas ocasiones). Así, un concierto etiquetado como “VG + Audience” hará referencia a un concierto grabado desde la zona del público pero con buena calidad y un “Ex Soundboard” evocará una actuación grabada con calidad excelente desde la mesa de mezclas. Un show de origen Pre-FM indica que el origen de la grabación proviene de la emisora de radio, mientras que un bootleg FM capta el concierto tal y como se escuchaba a través de las ondas, con publicidad incluida. Una de las primeras grabaciones de las que se tiene noticia es el famoso “Liver Than You’ll Ever Be” de The Rolling Stones, un concierto que recogía con aceptable calidad una actuación de la gira norteamericana de la banda en 1969. Con los años han ido apareciendo (y siguen saliendo a la luz) toneladas de material inédito (a veces convertidas en lanzamientos oficiales) de bandas como los mismos Stones y The Beatles, que cuentan con sendas legiones de seguidores y toneladas de valiosa cinta magnética usada en los mejores estudios del mundo. La famosa casa de subastas Sotheby’s adjudicó por una gran suma de dólares a un coleccionista un rollo de cinta de audio original de los estudios Olympic, que había sido destinado a la grabación del legendario “Sticky Fingers” de los Stones en 1971. El contenido del famoso “Sotheby’s Reel” puede encontrarse en la red sin demasiados problemas gracias a algún fan extremadamente altruista. Fue precisamente en la década de los ’70, gracias al ‘arena rock’, que el fenómeno bootleg tuvo su “boom”. Podemos encontrar cientos de grabaciones de cientos de grupos de ésa década, y es que los años ’70 encierran los secretos de las mejores giras de la historia del Rock (The Rolling Stones, Pink Floyd, Rush, etc.), y podemos decir que por suerte hubo gente que se dedicaba a grabar estos shows. ¿Qué otra forma tenemos los fans (fans, coleccionstas, amantes de la música en general) de saber lo que pasaba en aquellas giras? ¿Cómo sabemos que Mick Taylor era mucho mejor guitarrista que Ron Wood si hay un vacío indecente de directos de los Stones en la época crucial? Es casi inmoral que un fan de Pink Floyd no pueda disfrutar de la apoteósica grabación del Wembley Empire Pool de 1974 o que un seguidor de Bruce Springsteen se vea privado de escuchar cualquier show del “Boss” de la gira de 1978. También es triste el hecho de que no existan grabaciones oficiales en directo de Van Halen con David Lee Roth. ¿Y qué me decís de Black Sabbath con Ozzy Osbourne? El pobre ‘Live at Last’ (lanzado al mercado tras la marcha de Ozzy) era una absurda mezcla de material antiguo destinada a aplacar a los fans, que ya disponían de mejores grabaciones no-oficiales de las giras anteriores de la banda. Éste es un claro ejemplo que ilustra hasta qué punto el gran público crece engañado, y es que muchas veces las mejores grabaciones, las noches en las que la banda está realmente inspirada (y merecen ser, por tanto, salvadas para la posteridad) nunca llegan a las estanterías de las tiendas. En el caso de los Stones hay un puñado de grabaciones imprescindibles de los años ’70, que nos muestran la mejor época de la banda, sobre todo de la época de Mick Taylor. De la gira norteamericana de 1972 (la madre de todas las giras de la historia del Rock) destaco las grabaciones de Philadelphia (PA), Fort Worth (TX) y el show de cierre de gira, el cumpleaños de Mick Jagger el 26 de julio en el Madison Square Garden de Nueva York. En 1973 hallamos el mejor concierto de la historia de la banda (no porque yo lo diga, sino porque todo entendido lo sabe). La gira europea de los Stones se benefició de un sonido espectacular, tal y como apreciamos en los conciertos que la banda ofreció en Bruselas y Munich, con Mick Taylor incendiando la noche en la versión de 12 minutos de “Midnight Rambler”, por ejemplo. Este concierto (Bruselas 1973) es venerado entre los fans de la banda como el mejor que han ofrecido jamás, la mejor actuación de Taylor a la guitarra solista. La grabación se ha remasterizado varias veces, varios coleccionistas ofrecen su propio ‘mix’ del show y el famoso programa de radio norteamericano King Biscuit Flower Hour retransmitió el concierto de forma íntegra años más tarde, del que soy orgulloso poseedor del CD original de la emisora (gracias, E-Bay). A lo largo de los años y gracias a Internet he ido descubriendo diferentes mezclas del show. De haberse comercializado, lo habría comprado varias veces y en todos los formatos posibles, de eso podéis estar seguros. Además lo habria regalado y recomendado a mis amigos, familiares y conocidos. Soy así.
La compañía italiana Golden Stars anunciaba en el interior de sus carátulas que depositaba una cantidad de dinero destinada al artista en concepto de “royalties” en un banco de Milán. Que esas cantidades fuesen simbólicas o no, o que llegasen a cobrarse son misterios de la historia del bootleg que nunca conoceremos. En el pequeño Luxemburgo nació la famosa compañía TSP, The Swingin’ Pig, con el claro propósito de rescatar las mejores grabaciones de la historia, combinarlas con un ‘artwork’ digno e incluso mejorarlas. Fueron los primeros en implementar las viejas grabaciones de los ’70 con mejoras de post-procesado sónico como la eliminación de ruido No-Noise de Sonic Solutions, (como por ejemplo en el famoso ‘Philadelphia Special’ de los Stones). Las tiradas limitadas en vinilo (siempre de colores diferentes y a veces multicolores) y los CD’s de TSP se siguen cotizando como material de primera: el logotipo del cerdo ataviado a lo Blues Brothers y chasqueando los dedos era sinónimo de calidad (“A trademark of quality”, sic). En el nuevo siglo, gracias a las nuevas tecnologías, a la red y al acceso generalizado a las herramientas de edición de audio profesional, encontramos grabaciones remasterizadas y en nuevos formatos que compiten por ser el estándar de fichero de audio del futuro, como el FLAC, que garantiza una riqueza total, sin compresión y sin pérdidas (“lossless”). Las viejas cintas se remasterizan, las grabaciones se archivan y su “linaje” se explica al internauta (por ejemplo, 1st Gen > CD>EAC>WAV>FLAC) para una correcta comprensión de todo el proceso que ha seguido el audio hasta llegar a su Ipod. Una cinta de primera generación (1st Gen) es una cinta que ha sido grabada directamente de la fuente original (generalmente otra cinta). Con cada generación se pierde calidad en el duplicado, especialmente si tenemos en cuenta el inexorable desgaste de los soportes magnéticos de antaño. Esto es importante, así como la correcta etiquetación de cada show de cara a evitar repeticiones en el catálogo. La red es, pues, el punto de reunión para coleccionistas que se nutren de blogs especializados en la difusión de este material subido al ciberespacio gracias a cuentas premium de servidores como Rapidshare ó Megaupload. Las versiones del famoso show de Pink Floyd que mencionaba antes (Wembley Empire Pool 1974) son incontables, así como las mezclas de cada una. La fuente original de audio pre-FM, superpuesta a varias fuentes que provienen del público de aquella noche nos ofrecen la mejor grabación de la banda que existe, con un nivel de calidad que nada tiene que envidiar a cualquier disco en directo de origen oficial. Hay buenos shows de las giras de 1972, 1975 y 1977, y el imprescindible concierto de Earl’s Court de 1980 (gira de ‘The Wall’). Los fans de la banda pueden escuchar, gracias a estas grabaciones, el famoso “Spitting Incident” que tuvo lugar el 6 de julio de 1977 en Montreal, Canadá. El estadio olímpico tuvo una sonorización pésima aquella noche, y el eco infernal del colosal recinto amargó la experiencia a miles de espectadores (cosa que se repitió en sendas visitas a la ciudad en 1988 y 1994). Aquella noche, la frustración acumulada por la calidad del sonido no degeneró en ninguna batalla campal (ya conocemos a los fans de Pink Floyd), pero un sector del público se alteró lo suficiente para bombardear el escenario con objetos y Roger Waters fue alcanzado de lleno en rel rostro, durante “Pigs on the Wing” por un firecracker (petardo de reducida potencia). El desastre estaba servido: la música cesó, Waters escupió al público y David Gilmour también mostraba evidentes señas de enfado (¿tal vez hacia Roger?). El resto de la gira se canceló, y el incidente se dramatizó lo suficiente en la psique de Waters como para originar la semilla argumental de “The Wall”, basada en parte en la soledad de un artista obsesivo y atormentado por sus problemas personales. El genial Dan Lampinski consiguió grabar alrededor de 100 conciertos en la zona de Providence / Boston entre 1974 y 1978 con micrófonos Nakamichi, cintas Maxell y un grabador portátil Sony (sin ánimo de lucro). Sus grabaciones, así como las de otros célebres coleccionistas como Millard, son el legado de una época en la que una banda de Rock vivía en la carretera, una época en la que la reputación de un grupo se forjaba con sudor sobre el escenario, una época en la que los estadios rebosaban de energía rockera, mucho antes de que la industria corrompiera las reglas del juego, mucho antes de que tuviéramos que vivir “protegidos” de los medios de comunicación por el riesgo a infectarnos de música-basura. El coleccionista, el auténtico fan que busca estas grabaciones no es enemigo de la industria ni de las discográficas, simplemente busca una conexión superior con su grupo favorito y desea poder disfrutar de grabaciones y conciertos que de otra manera se habrían perdido para siempre. Gracias a estos coleccionistas, la supervivencia de estas grandes noches de Rock está asegurada, y como amante de la música, no puedo sino estar agradecido por poder disfrutar de esos grandes momentos, de muchos discos bootleg que, le pese a quien le pese, son ya parte de la historia de la música. Freebird |